Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
Ayer -sábado 30 de noviembre- con las primeras vísperas de este domingo, la comunidad cristiana dio inicio al Tiempo de Adviento, que se extiende hasta antes de las primeras vísperas de la Natividad del Señor, vale decir, el martes 24 de diciembre por la tarde. En su forma completa decimos: adventus Redemptoris, viene el Redentor, el Hijo de Dios, que se hizo uno de nosotros en todo, menos en el pecado (cfr. Hb 4, 15).
En estas semanas, como en otros tiempos litúrgicos, destaca la Palabra del Señor -el santo evangelio y las otras lecturas, como también los salmos-, que nos ayudarán en gran medida a preparar el corazón para la venida del Salvador. De igual modo, los textos litúrgicos y las oraciones cumplen análogo propósito.
Sin duda, las manifestaciones externas del Adviento también pueden favorecer aquellas más trascendentales que son las espirituales. Sobresale la Corona de Adviento. Es simbólica en su estructura y confección, pero sobre todo en los cirios o velas que son cuatro y que se encienden a medida que se acerca la Navidad. Los colores litúrgicos, especialmente el morado, como signo de preparación espiritual y penitencia, la sobriedad en el ornato del templo, los himnos y cánticos propios de este tiempo, entre otros.
En este primer domingo de Adviento la comunidad acoge la proclamación de Lucas 21, 25-28.34-36, dos pasajes, el primero conocido como la parusía (vv 25-33), y el segundo vigilancia y oración (vv 34-36).
Comienza el relato con el anuncio de las señales cósmicas que precederán el final del mundo: “Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres desfallecerán de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas del universo se tambalearán” (vv 25-26). Se describe luego la venida gloriosa del Señor: “Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria” (v 27). Resalta la referencia a la confianza, serenidad y esperanza: “Cuando comience a suceder todo eso, enderécense y levanten la cabeza, porque ha llegado el día de su liberación” (v 28).
La proclamación de hoy, en su segunda parte, es una invitación a la vigilancia y oración: “Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuanto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre” (v 36). Por otra parte, estar alertas evitando lo que pudiere apartarnos del camino del Señor: “el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida” (v 34).
El Tiempo de Adviento es hermoso, rico en espiritualidad y perspectivas para nuestro discipulado misionero del Señor. Los invito a vivirlo con alegría y esperanza, dando gracias a Dios Padre por la venida de su Hijo en la humildad de nuestra carne, su presencia entre nosotros y la segunda venida prometida, que confiados esperamos. ¡Ven Señor Jesús!
“En Navidad, peregrinos de la esperanza”, reza el lema que se ha escogido por parte de la Pastoral Social Caritas Arquidiocesana, para concretar uno de los aspectos de este bendito Tiempo de Adviento, cual es, la preparación a vivir Navidad en espíritu solidario. Con este gesto la comunidad sale al encuentro de quienes no tendrán lo necesario en alimentos para Navidad y las fiestas de fin de año. Desde ya muy agradecido por su generosa colaboración.