estamos en tiempos de sequia vocacional; no dudemos de que tenemos más agua que sed y de que hay que avivar la sed movilizadora de los hermanos y hermanas de las comunidades y conseguir que – como la samaritana – se acerquen al pozo de agua viva. No hay que olvidar que solo la pereza destruye de sed y sobre todo que la sed de amor es la mejor. En buena parte, todo esto, por supuesto, les está marcando mas a las nuevas generaciones que a los mayores. La preocupación por ellas debe ser la prioridad de nuestros institutos de Vida Consagrada. Esta preocupación debe estar presente en los organismos que disciernen y evalúan, que deciden y proponer, que animan y organizan todo lo que tiene que ver con la vida y la misión.