Lectura del libro del Eclesiástico.
El Señor creó al hombre de la tierra y lo hace volver de nuevo a ella. Le señaló un número de días y un tiempo determinado, y puso bajo su dominio las cosas de la tierra. Lo revistió de una fuerza semejante a la suya y lo hizo según su propia imagen. Hizo que todos los vivientes lo temieran, para que él dominara las fieras y los pájaros. Le dio una lengua, ojos y oídos, el poder de discernir y un corazón para pensar. Él colmó a los hombres de saber y entendimiento, y les mostró el bien y el mal. Les infundió su propia luz, para manifestarles la grandeza de sus obras, y les permitió gloriarse eternamente de sus maravillas: así alabarán su Nombre santo, proclamando la grandeza de sus obras. Les concedió además la ciencia y les dio como herencia una Ley de vida; estableció con ellos una alianza eterna y les hizo conocer sus decretos. Ellos vieron con sus ojos la grandeza de su gloria y oyeron con sus oídos la gloria de su voz. Él les dijo: «Cuídense de toda injusticia», y dio a cada uno preceptos acerca del prójimo. Los caminos de los hombres están siempre ante Él y no pueden ocultarse a sus ojos. Palabra de Dios.
Comentario: Dios manifiesta su sabiduría en su obra creadora, pero también su cautela y temor ante el impredecible corazón del hombre. Y por medio de la Ley y sus preceptos pide abstenerse de toda idolatría y llevar a cabo los deberes para con el prójimo.
R. ¡El amor del Señor permanece para siempre!
Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles; Él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien que no somos más que polvo. R.
Los días del hombre son como la hierba: él florece como las flores del campo; las roza el viento, y ya no existen más, ni el sitio donde estaban las verá otra vez. R.
Pero el amor del Señor permanece para siempre, y su justicia llega hasta los hijos y los nietos de los que lo temen y observan su Alianza. R.
Aleluia. Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Le trajeron unos niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño no entrará en él». Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos. Palabra del Señor.
Comentario: Para Jesús, el Reino de Dios debe ser acogido como la actitud de estos niños, que, al contrario de la actitud de sus discípulos, buscan con alegría y sencillez estar cerca de Jesús. Los niños tienen un espíritu sencillo, incluso nos sorprende ver con qué fervor rezan o se detienen ante una imagen de la Virgen. Por eso la Iglesia debe poner su maternidad al servicio de los niños y de sus familias, para llevar la bendición de Dios, la ternura materna, el reproche firme y la condena decidida.