Como Iglesia, renovamos nuestra fe en la Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, que antiguamente se celebraba el último domingo de octubre con el objeto de crear un vínculo con la fiesta de “Todos los Santos”: Cristo triunfa como Rey entre los que anhelan la santidad. No obstante, por disposiciones litúrgicas, la fiesta se trasladó al último domingo del tiempo ordinario para resaltar más la dimensión de Cristo, soberano y rey de toda justicia. Los creyentes contemplamos a Cristo en su gloria, constituido Señor del cielo y de la tierra, al igual como lo confesamos en el Credo.
Pero ¿qué significa conmemorar a Cristo como Rey? “Es vivenciar su redención, recordar lo que él hizo, sus ideales, pero también es colaborar en la construcción de su Reino”. De acuerdo con su condición de Rey, pero también como juez, hay una venida gloriosa, de cortejo de ángeles, es como decir que toda la historia humana camina hacia la plenitud en él. La imagen del relato está asociada a la idea que los judíos tenían acerca del Hijo del hombre. Es decir, este llegaría para instaurar el Reino de Dios y juzgar a justos y culpables.
Es cierto que Jesús promete la salvación a quienes lo escuchan o imitan, pero ¿qué pasará con quiénes aún no conocen a Dios? Estos serán juzgados sobre la ley del amor, los que intentaron hacer siempre la voluntad de Dios y sus obras de misericordia incluso desconociéndolas: visitar al enfermo, hospedar al extranjero, vestir al desnudo, etcétera. Por eso se hacen la pregunta ¿cuándo lo hicimos? En efecto, no son conscientes de alcanzar “mérito” alguno para la salvación ni menos de encontrarse con un Dios que desconocen. En el Credo profesamos a un Cristo Rey y juez que está viniendo cada día. Su justicia no considera las buenas intenciones ni los sentimientos sublimes acerca de su persona, sino lo que cada creyente hace a los más desvalidos o pobres y que son los “preferidos” por Dios.
“Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo” (Mt 25, 45).
Fredy Peña T., ssp