Leccionario Santoral: Ef 3, 8-12; Sal 36, 3-6. 30-31; Jn 15, 9-7.
LECTURA 1Sam 24, 3-21
Lectura del primer libro de Samuel.
Saúl reunió a tres mil hombres seleccionados entre todo Israel y partió en busca de David y sus hombres, hacia las Peñas de las Cabras salvajes. Al llegar a los corrales de ovejas que están junto al camino, donde había una cueva, Saúl entró a hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva, estaban sentados David y sus hombres. Ellos le dijeron: «Éste es el día en que el Señor te dice: “Yo pongo a tu enemigo en tus manos; tú lo tratarás como mejor te parezca”». Entonces David se levantó y cortó sigilosamente el borde del manto de Saúl. Pero después le remordió la conciencia, por haber cortado el borde del manto de Saúl, y dijo a sus hombres: «¡Dios me libre de hacer semejante cosa a mi señor, el ungido del Señor! ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor!». Con estas palabras, David retuvo a sus hombres y no dejó que se abalanzaran sobre Saúl. Así Saúl abandonó la cueva y siguió su camino. Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: «¡Mi señor, el rey!». Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró y le dijo: «¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina? Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: “No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor”. ¡Mira, padre mío, sí, mira en mi mano el borde de tu manto! Si yo corté el borde de tu manto y no te maté, tienes que comprender que no hay en mí ni perfidia ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. ¡Eres tú el que me acechas para quitarme la vida! Que el Señor juzgue entre tú y yo, y que Él me vengue de ti. Pero mi mano no se alzará contra ti. “La maldad engendra maldad”, dice el viejo refrán. Pero yo no alzaré mi mano contra ti. ¿Detrás de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga! ¡Que el Señor sea el árbitro y juzgue entre tú y yo; que Él examine y defienda mi causa, y me haga justicia, librándome de tu mano!». Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, éste exclamó: «¿No es esa tu voz, hijo mío, David?», y prorrumpió en sollozos. Luego dijo a David: «La justicia está de tu parte, no de la mía. Porque tú me has tratado bien y yo te he tratado mal. Hoy sí que has demostrado tu bondad para conmigo, porque el Señor me puso en tus manos y tú no me mataste. Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja seguir su camino tranquilamente? ¡Que el Señor te recompense por el bien que me has hecho hoy! Ahora sé muy bien que tú serás rey y que la realeza sobre Israel se mantendrá firme en tus manos». Palabra de Dios.
Comentario: El relato nos muestra cómo David ha tenido la oportunidad de quitar la vida a Saúl, pero su lealtad y respeto al ungido e impopular rey de Israel pueden más que sus deseos. Solo un pedazo del manto real servirá de prueba para que Saúl reconozca la hidalguía de David, el futuro rey.
SALMO Sal 56, 2-4. 6. 11
R. ¡Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad!
Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad, porque mi alma se refugia en ti; yo me refugio a la sombra de tus alas hasta que pase la desgracia. R.
Invocaré a Dios, el Altísimo, al Dios que lo hace todo por mí: Él me enviará la salvación desde el cielo y humillará a los que me atacan. ¡Que Dios envíe su amor y su fidelidad! R.
¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra! Porque tu misericordia se eleva hasta el cielo, y tu fidelidad hasta las nubes. R.
ALELUIA 2Cor 5, 19
Aleluia. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluia.
EVANGELIO Mc 3, 13-19
Evangelio de nuestro Señor Jesu-cristo según san Marcos.
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia Él, y Jesús instituyó a doce, a los que les dio el nombre de Apóstoles, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús elige a los “Doce”, pues su intención es preparar al nuevo pueblo de Dios y no, como hacían los fariseos, de crear solamente un grupo aparte. Este mandato de ir a predicar tiene su fundamento en la propia persona de Jesús, cuya cercanía se manifiesta en el hecho de que conoce a cada uno de los que llama por su nombre.