Las personas encargadas de impartir justicia tienen una gran responsabilidad. Su labor no es nada fácil. Y tiene unas consecuencias que afectan directamente a la vida de las personas. Por eso han de mantener su independencia e imparcialidad. Para asegurar que la justicia tenga siempre la última palabra.
En julio, el Papa Francisco nos invita a que “recemos para que todos aquellos que administran la justicia obren con integridad, y para que la injusticia que atraviesa el mundo no tenga la última palabra”.