“Desarrollemos una cultura de la paz. Cultura de la paz”, pide con fuerza el Papa Francisco en el Video del Papa del mes de abril, inspirado por la situación del mundo y la encíclica Pacem in terris escrita por el Papa Juan XXIII, que el próximo 11 de abril cumple 60 años de su publicación. Este documento lleva como subtítulo “Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”, idea que el Pontífice renueva con fuerza, destacando “que la guerra es una locura, está más allá de la razón”.
Aquella frase de hace sesenta años, citada por Francisco en el mensaje que acompañaba su intención de oración, está más vigente que nunca, como lo están los testimonios dejados por algunas de las personas que plantaron semillas de paz en el siglo pasado: san Juan XXIII, por supuesto, pero también Mahatma Gandhi, Martin Luther King, santa Teresa de Calcuta. En el Video del Papa de este mes, sus retratos en blanco y negro aparecen en medio de las escenas de destrucción causadas por la violencia actual: desde la guerra de Ucrania a las de Oriente Medio, pasando por los enfrentamientos y tiroteos incluso en los países más ricos, como Estados Unidos. Aunque no han faltado testigos, en definitiva, el mundo aún no ha aprendido la lección fundamental: que «cualquier guerra, cualquier enfrentamiento armado, acaba siendo una derrota para todos».
En un artículo que Amnistía Internacional publicó sobre datos y estadísticas del uso de armas entre 2012 y 2016, se revela una muestra de lo que resulta de una cultura de violencia: por ejemplo, más de 500 personas mueren cada día por la violencia armada y un promedio de 2000 resultan heridas; además, el 44 % de los homicidios en el mundo se cometen con armas de fuego. Esto se relaciona directamente con la industria de las armas: 8 millones de armas portátiles son producidas cada año, junto a 15,000 millones de cartuchos de munición. Y en lo que respecta al conflicto armado, Acción contra la violencia armada (Action on Armed Violence, AOAV) adelantó que el panorama del 2023 no parece ser alentador: los nuevos enfrentamientos, en particular la invasión rusa a Ucrania y los estallidos en Asia, se sumaron a los conflictos y luchas armadas en curso en el Cuerno de África y Oriente Medio, entre otros.
El único camino posible para frenar esta embestida es buscar y poner en marcha, en el ámbito local e internacional, vías de diálogo real y asumir “la no violencia” como “una guía para nuestra actuación”. Este mensaje se hace eco de lo que adelantó el Papa Juan XXIII hace 60 años: “La violencia jamás ha hecho otra cosa que destruir, no edificar; encender las pasiones, no calmarlas; acumular odio y escombros, no hacer fraternizar a los contendientes, y ha precipitado a los hombres y a los partidos a la dura necesidad de reconstruir lentamente, después de pruebas dolorosas, sobre los destrozos de la discordia”.
En un momento de la historia marcado por el conflicto en Ucrania, que ha implicado a un gran número de países en el último año, Francisco recuerda que, incluso en los casos de legítima defensa, el objetivo final debe ser siempre la paz: incluso cuando esta paz, como hoy, parece lejana. Pero «una paz duradera -añade- sólo puede ser una paz sin armas», y por eso insiste en el tema que le es muy querido del desarme a todos los niveles, incluso dentro de la sociedad: «la cultura de la no violencia -concluye de hecho, en su intención de oración- pasa por un recurso cada vez menor a las armas, tanto por parte de los Estados como de los ciudadanos».
Oremos por una mayor difusión de una cultura de la no violencia, que pasa por un uso cada vez menor de las armas, tanto por parte de los Estados como de los ciudadanos.
Papa Francisco – Abril 2023
Vivir, hablar y actuar sin violencia no es rendirse, no es perder ni renunciar a nada. Es aspirar a todo.
Como dijo San Juan XXIII hace 60 años en la encíclica Pacem in Terris, la guerra es una locura, está más allá de la razón.
Cualquier guerra, cualquier enfrentamiento armado, acaba siempre en una derrota para todos.
Desarrollemos una cultura de la paz.
Recordemos que incluso en los casos de legítima defensa, la paz es el objetivo. Y que una paz duradera sólo puede ser una paz sin armas.
Hagamos de la no violencia, tanto en la vida cotidiana como en las relaciones internacionales, una guía para nuestra actuación.
Y oremos por una mayor difusión de la cultura de la no violencia, que pasa por el uso cada vez menor de las armas, tanto por parte de los Estados como de los ciudadanos.