Todos los Santos (S). Blanco. Gloria, Credo, Prefacio propio.
Semana 30º durante el año – Semana II del Salterio.
La felicidad, es el camino de la santidad
No es esta una frase para despertar tu curiosidad. En el día de Todos los Santos, por nueve veces leemos en san Mateo la palabra “felices”.
¿Quién es feliz? Los diccionarios afirman que feliz es el afortunado y el bienaventurado. Es más, el auténticamente feliz es el que verá a Dios. ¿Buscamos la felicidad?
Como hijos de Dios (segunda lectura) todos estamos llamados a la felicidad. Claro que algunos la buscan por caminos equivocados como la ambición del poder, del placer y de la fama. Otros en cambio “han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero” (primera lectura) y han encontrado el camino.
Dios nos quiere felices. Pero para ello, Jesús nos invita a tener un espíritu pobre (necesitado y generoso), ser manso (luchar sin resentimientos), estar esperanzado (buscar y esperar el consuelo de Dios), ser misericordioso (no juzgar, perdonar y amar), tener el corazón limpio (actuar con claridad y sin segundas intenciones), trabajar por la paz (la que nos dio Jesús) y estar dispuestos a ser perseguidos y dar la vida por Dios y por los demás (siguiendo el camino del Maestro).
Sí, éste es el camino de la felicidad, o de la santidad, como queramos llamarlo. “Es feliz quien nada retiene para sí”, decía san Francisco de Asís.
Hoy celebramos, en un solo día, a todas esas personas que ya están en la Casa de Dios Padre. Recordamos a quienes transitaron este camino y gozan de la felicidad que nadie se los podrá quitar.
Entre ellos (Iglesia celeste) y nosotros (Iglesia terrena) existe la comunión de los santos. Todos ellos, entre los cuales seguramente tenemos familiares y amigos, pueden interceder para que maduremos siempre más en este camino. Ellos contemplan a Dios, que es la felicidad, lo alaban y no dejan de cuidar de los que aún estamos en la Tierra.
Dios les bendiga,
P. Martín Dolzani, ssp.
Guía: Celebramos hoy los santos anónimos –los no canonizados por la Iglesia– pero que ya gozan de la gloria de Dios. Es una buena oportunidad para recordar que todos estamos llamados a la santidad y ésta es don de Dios: es él quien nos santifica, pero exige también nuestra cooperación.
Guía: Visión de la multitud de los llamados: ellos han pasado por la gran tribulación y ahora, glorificados, adoran y alaban a Dios en la eternidad.
Lectura del libro del Apocalipsis.
Yo, Juan, vi a un Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: «No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios». Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000, pertenecientes a todas las tribus de Israel. Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: «¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!». Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: «¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!». Y uno de los Ancianos me preguntó: «¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?». Yo le respondí: «Tú lo sabes, señor». Y él me dijo: «Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero».
Palabra de Dios.
R. ¡Bendito los que buscan al Señor!
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque Él la fundó sobre los mares, Él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R.
Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan su rostro, Dios de Jacob. R.
Guía: Por su gran amor, el Padre nos ha llamado y hecho hijos suyos. Esto nos compromete a llevar una vida santa.
Lectura de la carta de san Juan.
Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro.
Palabra de Dios.
Aleluia. «Vengan a mí los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré», dice el Señor.
Guía: Las bienaventuranzas son el código más alto de la vida cristiana. Seremos felices en la medida en que nos hagamos pobres, transparentes, misericordiosos y constructores de la paz.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania. Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: «Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».
Palabra del Señor.
Guía: El pan y el vino que ofrecemos, fruto de la tierra y el trabajo cotidiano, son también fruto de nuestro amor. El Espíritu Santo, al convertirlos en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, los hace vehículos de santidad.
Guía: La comunión con Cristo nos lleva a participar de la santidad de Dios. Debe nacer de aquí nuestro compromiso de “ser santos como Dios es santo”.
Guía: Volvamos a nuestra casa con la certeza de que la santidad es el estado normal del verdadero cristiano. El santo es el amigo de Cristo, el signo más alto del hombre. Su campo de santificación es la vida cotidiana: el trabajo, la profesión, e incluso el descanso y el entretenimiento. Todo realizado con amor y alegría.