La afirmación la hizo el moje benedictino padre Benito Rodríguez, quien estuvo a cargo de la homilía en esta nueva versión del Te Deum Ecuménico de Acción de Gracias en la Catedral Metropolitana de Santiago, presidido por el Deán del principal templo capitalino, monseñor Juan de la Cruz Suárez. El religioso también llamó a la acogida a migrantes, al encuentro entre los chilenos sin prejuicios y a mirarnos y escucharnos en un mismo nivel.
El acto litúrgico se desarrolló con la asistencia del Presidente de la República, Sebastián Piñera, y su esposa, Cecilia Morel, y de las más altas autoridades civiles, entre ellas los presidentes de la Corte Suprema de Justicia y de ambas ramas del Congreso Nacional; militares, diplomáticas y religiosas, entre ellas, el Nuncio Apostólico, monseñor Ivo Scapolo. Junto a los ministros católicos, participaron representantes de las otras confesiones cristianas no católicas, marcando el carácter ecuménico del encuentro, y también miembros de las comunidades judía y musulmana, en un marco de diálogo interreligioso.
La canciller, María Francisca San Martín, y monseñor Suárez dieron la bienvenida al Presidente y su esposa al ingreso de la catedral, para luego dar paso a la bienvenida a todos los presentes, la oración de apertura y la intervención del cantor a lo divino Francisco Astorga, como todos los años.
Posteriormente se desarrolló la Liturgia de la Palabra, con textos del Génesis, el salmo 22 y en Evangelio de san Juan, sobre el diálogo de Jesús con Nicodemo acerca del nacer de nuevo.
En la homilía, el padre Benito Rodríguez, OSB, resaltó el sentido más profundo para el país del concepto “Patria”, que representa, dijo, “una posibilidad y un desafío para que cada uno desarrolle y haga fructificar esos dones con los que ha sido bendecido, dones que son para ser puestos para el servicio de los demás”. De alguna manera, agregó, “decir Patria es como decir padre, y solamente quienes puedan ser hijos serán sus verdaderos habitantes: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Bienvenidos todos los que quieran venir a Chile buscando la paz y comprometiéndose a trabajar por ella, ojalá encuentren siempre abiertas las puertas de nuestras fronteras”.
Respecto del ejercicio de la autoridad o del liderazgo, el padre Benito señaló que no se trata tanto de mandar y ser obedecido, “sino más bien en orientar personas para despertar vidas. En este sentido, el verdadero líder es aquel que le plantea al país no lo que quiere oír, sino lo que es más adecuado para lograr los propósitos de construir una Nación más humana, justa y solidaria”.
Hacia el final de la homilía, el monje benedictino expresó que “al hacer memoria de nuestra historia, nos damos cuenta que brotan espontáneamente animosidades, como sucede por lo demás en tantas historias de familia. Aprender a encontrarnos con quienes piensan y sienten distinto es un paso gigantesco”. Y añadió: “El encuentro es posible cuando estamos dispuestos a no identificarnos tanto con nuestros roles o privilegios, desprendiéndonos de prejuicios y máscaras que nos impiden donarnos mutuamente. Salir de nuestra soledad cómoda para correr el riesgo de mirarnos y escucharnos en un mismo nivel, así simplemente, acogiendo con benevolencia esa hambre de proximidad que Dios puso como un sello de humanidad en nuestros corazones”.
Por último, el religioso se refirió a estos “tiempos recios” por lo que pasa la Iglesia: “Nuestra Iglesia de Chile vive un tiempo de purificación quizás como nunca antes en su historia. Creemos que hablar desde esta precariedad, sin pretender negarla o esconderla es también nuestro aporte al hoy de nuestra historia, intentando acoger con humildad y con generosidad nuestros errores, sin pretender privilegios o algún trato especial, y sin renunciar al desafío y la responsabilidad de una profunda conversión en Espíritu y en verdad, para ser mejores testigos de ese Evangelio que hemos recibido y que llevamos en vasijas de barro”.
El padre Benito Rodríguez terminó poniendo bajo el amparo de la Virgen María a todos los habitantes del país, “en particular a quienes son más vulnerables, se sienten excluidos y están más solos”.
Terminada la homilía, representantes de los credos presentes hicieron oración a Dios por las diversas necesidades del país, plegaria que culminó con el Padre Nuestro, tras lo cual el coro y orquesta interpretaron el solemne Te Deum o Himno de Acción de Gracias a Dios. La liturgia terminó con el Himno Nacional y la bendición, después de la cual el Deán, monseñor Juan de la Cruz Suárez, acompañó al Presidente Sebastián Piñera y su esposa hasta la puerta de la Catedral Metropolitana para despedirlos.