Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María (MO). Blanco.
Leccionario Santoral: Ecli 44, 1. 9-15; Sal 131, 11. 13-14. 17-18; Mt 13, 16-17.
Los nombres de Joaquín y Ana no figuran en la Biblia. Nos llegan por la tradición y un evangelio apócrifo (no bíblico). Según éste, Ana se casó a los 24 años con un campesino de Nazaret, llamado Joaquín. El nombre de Ana significa “gracia”, “amor”, “plegaria”; y el de Joaquín, “Dios levanta”, “Dios concede”, “preparación del Señor”. De sus rentas hacían tres partes: una para la familia, otra para el Templo y la tercera para los necesitados. En veinte años de matrimonio, no habían tenido hijos. Los hebreos consideraban la esterilidad como un castigo de Dios, al cual se añadía el castigo de la gente: desprecios, negación del saludo; y eran considerados indignos de entrar en el Templo. Joaquín se retiró al desierto para suplicar un hijo, y Ana pedía anhelante la misma gracia. Al fin vieron premiada su oración con una hija singular, destinada a ser la madre del Mesías, el Hijo de Dios. Y aquel amor sin historia, daba a luz a la que con su SÍ engendraría al Rey de la historia, abriendo las puertas a la historia de la Salvación.
LECTURA Éx 20, 1-17
Lectura del libro del Éxodo.
Dios pronunció estas palabras: Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque Yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos. No pronunciarás en vano el Nombre del Señor, tu Dios, porque Él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano. Acuérdate del día sábado para santificarlo. Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas; pero el séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que reside en tus ciudades. Porque en seis días el Señor hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró santo. Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca.
Palabra de Dios.
Comentario: El Decálogo se entrega en el contexto de la alianza de Dios con su pueblo. De este modo es la norma para responder a Dios y asumir la propia identidad de pueblo elegido. El Decálogo más que una ley ha cumplir es la revelación de Dios a los israelitas. De esta manera, expresa una relación cercana más que una obligación.
R. ¡Tú tienes palabras de vida eterna, Señor!
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.
Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.
La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.
Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal. R.
ALELUYA Cfr. Lc 8, 15
Aleluya. Felices los que retienen la Palabra de Dios con un corazón bien dispuesto y dan fruto gracias a su constancia. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: Escuchen lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno.
Palabra del Señor.
Comentario: La semilla que Dios siembra siempre es buena y, si encuentra en nosotros apertura y disponibilidad, producirá en nuestra tierra frutos para el crecimiento del Reino de Dios. ¿Cómo acogemos la Palabra y los dones de Dios en nuestra vida? ¿Podrá el Señor recoger los frutos que espera en nosotros cuando salió a sembrar?