Santa Cecilia, v., y mr. (MO). Rojo.
Leccionario Santoral: Os 2, 16-17. 21-22; Sal 44, 11-12. 14-17; Mt 25, 1-13.
Santa Cecilia vivió en el período de las persecuciones a los cristianos. Valeriano, con quien la habían comprometido en matrimonio, y su hermano se convirtieron frente al testimonio de fe que ella dio ante los perseguidores. Es venerada como patrona de los músicos, ya que en las actas de su martirio dice: “Mientras los órganos sonaban en la fiesta de su boda, Cecilia cantaba al Señor:” Que mi corazón se mantenga sin mancha para que no quede confundida. No sabemos exactamente cuánto vivió, ya que los especialistas sitúan su martirio entre los siglos III y la mitad del siglo IV.
Lectura del primer libro de los Macabeos.
Judas Macabeo y sus hermanos dijeron:«Nuestros enemigos han sido aplastados; subamos a purificar el Santuario y a celebrar su dedicación». Entonces se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión. El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido. Éste fue dedicado con cantos, cítaras, arpas y címbalos, justamente en el mismo mes y en el mismo día en que los paganos lo habían profanado. Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les había dado la victoria. Durante ocho días celebraron la dedicación del altar, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de acción de gracias. Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas, y les pusieron puertas. En todo el pueblo reinó una inmensa alegría, y así quedó borrado el ultraje infligido por los paganos. Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del mes de Quisleu, se celebrara con júbilo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar.
Palabra de Dios.
Comentario: Luego de recuperar la autonomía por las victorias de Judas Macabeo, la primera preocupación del pueblo es la de purificar el Templo, profanado tres años antes por los paganos. Los israelitas experimentan que ya no pueden seguir comparándose con los demás pueblos, y que es Dios quien los acompaña, por ello, deben alabarlo, adorarlo y bendecirlo.
R. ¡Alabamos tu Nombre glorioso, Señor!
¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre! R.
Tuya, Señor, es la grandeza, la fuerza, la gloria, el esplendor y la majestad; porque a ti pertenece todo lo que hay en el cielo y en la tierra. R.
Tuyo, Señor, es el reino; Tú te elevas por encima de todo. De ti proceden la riqueza y la gloria. R.
Tú lo gobiernas todo, en tu mano están el poder y la fuerza, y es tu mano la que engrandece y afianza todas las cosas. R.
Aleluia. «Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús, al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Está escrito: “Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”». Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Palabra del Señor.
Comentario: El Templo, que estaba destinado al culto y al encuentro con Dios, lo habían convertido en una “cueva de ladrones”. ¿Cómo Jesús se puede quedar tranquilo ante tal prostitución de la fe?, no le queda más que echarlos y mandarlos a vender sus cosas en otras ferias.