San Pío de Pietrelcina, r. (MO). Blanco.
Leccionario Santoral: Gn 12, 1-4 (o bien: 1Cor 12, 31 – 13, 13); Sal 33, 2-11; Mt 19, 27-29.
Semana 25ª durante el año – Semana I del Salterio.
Nace en Pietrelcina (Italia) en el año 1887, en un hogar de humildes campesinos, de una profunda piedad mariana. Su nombre de pila es Francisco. A los 16 años entra en los capuchinos, tomando el nombre de fray Pío. Es ordenado sacerdote a los 21 años en el año 1910. Desea ir de misionero, pero sus pulmones están seriamente dañados. Los médicos le pronostican poco tiempo de vida. A la enfermedad se suman además las terribles torturas corporales y espirituales que le causa el demonio. En el año 1911 es curado por la Virgen. En el año 1916 pasa al convento de Santa María de las Gracias, en Gargano, donde inicia su extraordinaria aventura con sus milagros y el apostolado del confesionario. Acude a él un incalculable número de personas venidas de todas partes. Es examinado por muchos médicos, se hace blanco de calumnias, recibe infamantes inspecciones canónicas y se le prohíbe celebrar misa por varios años. Encuentra su fuerza en la oración y en la eucaristía. El 22 de septiembre del año 1918 recibe los estigmas (llagas) de la pasión, que permanecen abiertos y sangrantes durante 50 años, pero desaparecen de inmediato al fallecer. María es el secreto de su santidad. Cuando le preguntan si hay algún atajo para ir al cielo, responde: “Sí: es la Virgen María”. Vuelve a enfermar y en el año 1956 es de nuevo curado por la Virgen, a quien ese mismo año le dedica su obra, la “Casa Alivio del Sufrimiento”, con instrumental sanitario de última generación. La Casa mantiene enlaces con los principales centros de investigación de todo el mundo y realiza unas 70.000 hospitalizaciones al año. El Padre Pío funda el Grupo de Oración, formado hoy por unos 200.000 devotos en todo el mundo. Vuela al cielo el 23 de septiembre del año 1968 con 81 años. Es declarado venerable en el año 1997, beatificado en el año 1999 y canonizado en el año 2002.
LECTURA Esd 1, 1-6
Lectura del libro de Esdras.
En el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, y éste mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, ha puesto en mis manos todos los reinos de la tierra, y me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, que su Dios lo acompañe y suba a Jerusalén, de Judá, para reconstruir la Casa del Señor, el Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén. Que la población de cada lugar ayude a todos los que queden de ese pueblo, en cualquier parte donde residan, proporcionándoles plata, oro, bienes y ganado, como así también otras ofrendas voluntarias para la Casa del Dios que está en Jerusalén». Entonces los jefes de familia de Judá y de Benjamín, los sacerdotes y los levitas, y todos los que se sintieron movidos por Dios, se pusieron en camino para ir a reconstruir la Casa del Señor que está en Jerusalén. Sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: plata, oro, bienes, ganado y gran cantidad de objetos preciosos, además de toda clase de ofrendas voluntarias.
Palabra de Dios.
Comentario: Contrariamente a otras costumbres de dominación, Ciro, rey de Persia, propone a los israelitas regresar a Jerusalén y reedificar el Templo. Algunas familias aceptan el desafío y son bendecidas por Dios. En Ciro, rey extranjero, se puede ver cómo Dios elige a personas sin importar sus credos o razas para cumplir con sus proyectos.
R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían: «¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!» ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.
ALELUIA Mt 5, 16
Aleluia. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a sus discípulos: No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.
Palabra del Señor.
Comentario: Cristo nos ilumina por su Palabra y por su presencia eucarística. De este modo, penetra lo más íntimo de nuestro ser. Quien se abre a esta luz divina se abre a la verdad, mientras que el que se cierra queda en el error. Si recibimos la luz de Dios, estamos invitados a compartirla (nunca a guardarla celosamente) y a colaborar para que otros vean.