San Francisco de Asís (MO). Blanco.
Leccionario Santoral: Gál 6, 14-18; Sal 15, 1-2. 5. 7-8. 11; Mt 11, 25-30.
Hijo de un rico comerciante italiano, luego de participar de la guerra contra Perugia, sintió el llamado de Dios. “Vete a reparar mi casa, que está en ruinas”, le dijo el crucifijo de la iglesia de san Damián. Francisco inició así una vida consagrada a la hermana pobreza, junto con un grupo de compañeros. Se dedicaron a la oración y a la predicación, no sólo en Europa, ya que Francisco mismo viajó hasta Oriente para predicar a los musulmanes. Fundó la Orden de los Hermanos Menores, las Clarisas y una tercera Orden de los seglares. Su vida fue una alabanza a Dios y un hermano de todas sus criaturas. Murió en el año 1226.
Lectura del libro de Baruc.
Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy: vergüenza para los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, para nuestros reyes y nuestros jefes, para nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres. Porque hemos pecado contra el Señor, le hemos sido infieles y no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, que nos mandaba seguir los preceptos que Él puso delante de nosotros. Desde el día en que el Señor hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, hasta el día de hoy, hemos sido infieles al Señor, nuestro Dios, y no nos hemos preocupado por escuchar su voz. Por eso han caído sobre nosotros tantas calamidades, así como también la maldición que el Señor profirió por medio de Moisés, su servidor, el día en que hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, para darnos una tierra que mana leche y miel. Esto es lo que nos sucede en el día de hoy. Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a todas las palabras de los profetas que Él nos envió. Cada uno se dejó llevar por los caprichos de su corazón perverso, sirviendo a otros dioses y haciendo el mal a los ojos del Señor, nuestro Dios.
Palabra de Dios.
Comentario: El profeta ayuda a reconocer que si están fuera de su propia casa, es porque han desobedecido al Señor. Ante situaciones similares, Baruc nos llama a realizar una oración madura, humilde y confiada, reconociendo nuestras culpas y confiando en la misericordia de Dios.
R. ¡Líbranos, Señor, por el honor de tu Nombre!
Señor, los paganos invadieron tu herencia, profanaron tu santo Templo, hicieron de Jerusalén un montón de ruinas; dieron los cadáveres de tus servidores como pasto a las aves del cielo, y la carne de tus amigos, a las fieras de la tierra. R.
Derramaron su sangre como agua alrededor de Jerusalén, y nadie les daba sepultura. Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean. ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Estarás enojado para siempre? ¿Arderán tus celos como un fuego? R.
No recuerdes para nuestro mal las culpas de otros tiempos; compadécete pronto de nosotros, porque estamos totalmente abatidos. Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por el honor de tu Nombre; líbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu Nombre. R.
Aleluia. No endurezcan su corazón, sino escuchen la voz del Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo: ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. El que los escucha a ustedes me escucha a mí: el que los rechaza a ustedes me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a Aquél que me envió.
Palabra del Señor.
Comentario: Jesús se lamenta por los habitantes de tres ciudades judías que no lo escuchan en su paso misionero. Se sobreentiende, en cambio, que en las ciudades extranjeras de Tiro y Sidón lo escucharon un poco más. Estos reproches ahora pueden caer sobre nosotros cuando, estando preocupados por otros asuntos, estamos cerrados a Dios y a su Palabra.