San Bernardo, abad y d. (MO). Blanco.
Leccionario Santoral: Ecli 15, 1-6; Sal 118, 9-14; Jn 17, 1. 20-26.
Reseña
Nacido hacia el año 1090 en Fontaines-Lés-dijon, Francia. Hijo de un conde, a los 21 años abandona a sus padres, bienes y señorío pidiendo ser admitido en el Monasterio del Cister. No va solo, ingresa con treinta amigos que optaron como él por la vida monástica; cada vez que salía del monasterio, regresaba con más jóvenes. Fue abad de la Orden Cisterciense y considerado su segundo fundador e iniciador de nuevas comunidades. En el año 1174, fue proclamado santo y en el año 1830 Doctor de la Iglesia. Es patrono de los Cistercienses. Se lo invoca para expulsar el mal y cuando hay mal tiempo.
LECTURA Jc 11, 29-39
Lectura del libro de los Jueces.
El espíritu del Señor descendió sobre Jefté, y este recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mispá de Galaad y desde allí avanzó hasta el país de los amonitas. Entonces hizo al Señor el siguiente voto: «Si entregas a los amonitas en mis manos, el primero que salga de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva victorioso, pertenecerá al Señor y lo ofreceré en holocausto». Luego atacó a los amonitas, y el Señor los entregó en sus manos. Jefté los derrotó, desde Aroer hasta cerca de Minit –eran en total veinte ciudades– y hasta Abel Queramím. Les infligió una gran derrota, y así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas. Cuando Jefté regresó a su casa, en Mispá, le salió al encuentro su hija, bailando al son de panderetas. Era su única hija; fuera de ella, Jefté no tenía hijos ni hijas. Al verla, rasgó sus vestiduras y exclamó: «¡Hija mía, me has destrozado! ¿Tenías que ser tú la causa de mi desgracia? Yo hice una promesa al Señor, y ahora no puedo retractarme». Ella le respondió: «Padre, si has prometido algo al Señor, tienes que hacer conmigo lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos, los amonitas». Después añadió: «Solo te pido un favor: dame un plazo de dos meses para ir por las montañas a llorar con mis amigas por no haber tenido hijos». Su padre le respondió: «Puedes hacerlo». Ella se fue a las montañas con sus amigas, y se lamentó por haber quedado virgen. Al cabo de los dos meses regresó, y su padre cumplió con ella el voto que había hecho. Palabra de Dios.
Comentario: Esta promesa hecha por Jefté es muy enigmática en la Biblia, por estar en contra de la ley natural. Pero, como en otros casos en la Historia de la Salvación, Dios interviene protegiendo la vida. De este modo se comienza a dejar de lado los sacrificios humanos, muy común en muchas culturas.
SALMO Sal 39, 5. 7-10
R. ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!
¡Feliz el que pone en el Señor toda su confianza, y no se vuelve hacia los rebeldes que se extravían tras la mentira! R.
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: «Aquí estoy». R.
«En el Libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu Ley está en mi corazón». R.
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, Tú lo sabes, Señor. R.
ALELUIA Cfr. Sal 94, 7. 8
Aleluia. Si escuchan la voz del Señor, no endurezcan el corazón. Aleluia.
EVANGELIO Mt 22, 1-14
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús se dirigió a los sumos sacerdotes y fariseos, diciendo esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: «Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas». Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren». Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. «Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?» El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: «Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes». Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos. Palabra del Señor.
Comentario: Siempre Dios invita a entrar en su Reino, pero al no ser correspondido vuelve a salir buscando a otras personas y pueblos. Algunos aceptan y otros traen sus intereses y pretensiones (no tienen el traje requerido). ¿Hemos comprendido y aceptado la invitación de Dios?