San Benito, abad (MO). Blanco
Leccionario Santoral: Prov 2, 1-9; Sal 33, 2-11; Mt 19, 27-29.
Nace en Norcia (Italia) en el año 480 de noble familia. Estudia en Roma. Pero pronto deja la carrera para dedicarse a la vida contemplativa, y llega a ser el patriarca del monaquismo occidental. Empieza la reforma de la vida cenobítica en Subiaco, y la sigue en Montecasino. Su Regla adapta sabiamente la tradición monástica oriental al mundo latino, y sus monasterios abren la puerta a la nueva civilización europea tras el declinar de la romana. Su lema es: “Ora et labora” (ora y trabaja), vivido en amor fraterno. Así surgen en Europa sus monasterios, centros de oración, de cultura, de promoción humana, de hospitalidad para pobres y peregrinos. En aquella época de guerras, hambre y matanzas, se escucha la pacificadora “voz grande y dulce” de Benito desde sus monasterios, donde viven fraternalmente latinos y bárbaros, nobles y plebeyos, sabios e ignorantes, amos y esclavos, ex paganos y ex arrianos, que sirven a Dios y renuevan el mundo con su trabajo y su oración. Pasa a la Vida eterna hacia el año 560, en Montecasino. Pablo VI lo proclama patrono de Europa en el año 1964.
Lectura del libro del Génesis.
Judá se acercó a José para decirle: “Permite, señor, que tu servidor diga una palabra en tu presencia, sin impacientarte conmigo, ya que tú y el Faraón son una misma cosa. Tú nos preguntaste si nuestro padre vivía aún y si teníamos otro hermano. Nosotros te respondimos: Tenemos un padre que ya es anciano, y un hermano menor, hijo de su vejez. El hermano de este último murió, y él es el único hijo de la madre de estos dos que ha quedado vivo; por eso nuestro padre siente por él un afecto muy especial. Tú nos dijiste: «Tráiganlo aquí, porque lo quiero conocer. Si no viene con ustedes su hermano menor, no serán admitidos nuevamente en mi presencia». Cuando regresamos a la casa de nuestro padre –tu servidor– le repetimos tus mismas palabras. Pero un tiempo después, nuestro padre nos dijo: «Vayan otra vez a comprar algunos víveres». Nosotros respondimos: «Así no podemos ir. Lo haremos únicamente si nuestro hermano menor viene con nosotros, porque si él no nos acompaña, no podemos comparecer delante de aquel hombre». Nuestro padre –tu servidor– nos respondió: «Ustedes saben muy bien que mi esposa predilecta me dio dos hijos. Uno se fue de mi lado; yo tuve que reconocer que las fieras lo habían despedazado, y no volví a verlo más. Si ahora ustedes me quitan también a éste, y le sucede una desgracia, me harán bajar a la tumba lleno de aflicción»”. José ya no podía contener su emoción en presencia de la gente que lo asistía, y exclamó: “Hagan salir de aquí a toda la gente”. Así, nadie permaneció con él mientras se daba a conocer a sus hermanos. Sin embargo, sus sollozos eran tan fuertes que los oyeron los egipcios, y la noticia llegó hasta el palacio del Faraón. José dijo a sus hermanos: “Yo soy José. ¿Es verdad que mi padre vive todavía?” Pero ellos no pudieron responderle, porque al verlo se habían quedado pasmados. Entonces José volvió a decir a sus hermanos: “Acérquense un poco más”. Y cuando ellos se acercaron, añadió: “Sí, yo soy José, el hermano de ustedes, el mismo que vendieron a los egipcios. Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de ustedes para preservarles la vida”.
Palabra de Dios.
Comentario: Antes de proseguir con las ayudas en alimentos, José obliga a sus hermanos a remediar el mal cometido. Corresponde, sin entenderlo como una venganza, porque el perdón primero exige reparación; hay paz si primero se hace justicia. José se compadece de su familia, viendo a Dios en todo lo sucedido.
R. ¡Recuerden las maravillas que hizo el Señor!
Él provocó una gran sequía en el país y agotó todas las provisiones. Pero antes envió a un hombre, a José, que fue vendido como esclavo. R.
Le ataron los pies con grillos y el hierro oprimió su garganta, hasta que se cumplió lo que él predijo, y la palabra del Señor lo acreditó. R.
El rey ordenó que lo soltaran, el soberano de pueblos lo puso en libertad; lo nombró señor de su palacio y administrador de todos sus bienes. R.
Aleluya. El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús envió a sus doce apóstoles, diciéndoles: Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.
Palabra del Señor.
Comentario: Hoy Jesús nos envía a una misión evangelizadora, como a los Doce. El papa Francisco, inspirado en este texto, nos motiva a ser una Iglesia misionera que muere anunciado el evangelio en las calles. En el camino encontraremos a los que no aceptan el mensaje de Dios, pero hay otros que lo esperan.