San Alberto Hurtado Cruchaga, p. (MO). Blanco.
Día Nacional de la Solidaridad.
LECTURA Sant 2, 14-16
Lectura de la carta de Santiago.
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: «Uno tiene la fe y otro, las obras». A ese habría que responderle: «Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe». Palabra de Dios.
Comentario: Para demostrar la ineficacia de una fe sin obras, el apóstol Santiago se vale de dos argumentos: el primero se basa en la devoción judía y su observancia en la Ley (rezo del Shemá, Deut 6, 4); el segundo, en la historia del pueblo de Israel, la fe se ha demostrado por medio de las obras (la figura de Abraham). La relación recta con Dios debe ser manifestada con la conducta; por lo tanto, la fe es verdadera cuando va acompañada de la autenticidad de las obras.
SALMO Sal 111, 1-6
R. Donde hay amor y caridad, allí está Dios.
Dichoso el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos. Su descendencia será fuerte en la tierra: La posteridad del justo será bendita. R.
En su casa habrá abundancia y riqueza, su generosidad permanecerá para siempre. Para los buenos brilla la luz en las tinieblas: Es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. R.
Dichoso el que se compadece y da y administra sus cosas con rectitud. El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre. R.
El da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará su frente con dignidad. Feliz el hombre que teme al Señor. R.
ALELUIA Mc 11, 9. 10
Aleluia ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! Aleluia.
EVANGELIO Lc 10, 25-37
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo». «Has respondido exactamente, –le dijo Jesús–; obra así y alcanzarás la vida». Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera». Palabra del Señor.
Comentario: El samaritano actuó como un verdadero modelo de caridad y prójimo. Jesús lo destaca porque su acción supera a la Ley misma, porque ha actuado con amor, con compasión, con generosidad y, sobre todo, con misericordia.
O bien: Mt 25, 35-40