Nuestra Señora de los Dolores (MO). Blanco.
Día Nacional de los Enfermos.
Prefacio I de Santa María Virgen.
Leccionario Santoral: Heb 5, 7-9; Sal 30, 2-6. 15-16. 20; Jn 19, 25-27; (o bien: Lc 2, 33-35).
LECTURA 1Cor 10, 14-22
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Queridos míos, eviten la idolatría. Les hablo como a gente sensata; juzguen ustedes mismos lo que voy a decirles. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan. Pensemos en Israel según la carne: aquéllos que comen las víctimas, ¿no están acaso en comunión con el altar? ¿Quiero decir con esto que la carne sacrificada a los ídolos tiene algún valor, o que el ídolo es algo? No, afirmo sencillamente que los paganos ofrecen sus sacrificios a los demonios y no a Dios. Ahora bien, yo no quiero que ustedes entren en comunión con los demonios. Ustedes no pueden beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios; tampoco pueden sentarse a la mesa del Señor y a la mesa de los demonios. ¿O es que queremos provocar los celos del Señor? ¿Pretendemos ser más fuertes que Él? Palabra de Dios.
Comentario: Pablo critica la participación en los banquetes cúlticos paganos por parte de algunos cristianos, pues el verdadero “demonio” que veía en ello era el poder de la clase dominante del imperio, que explotaba y dominaba a los más pobres. Por eso propone la eucaristía como único eje de la comunidad de creyentes y vínculo amoroso de parentesco con el Señor.
SALMO Sal 115, 12-13. 17-18
R. ¡Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza!
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.
SECUENCIA (optativa)
Se encontraba la Madre dolorosa junto a la cruz, llorando, en que el Hijo moría, suspendido. Con el alma dolida y suspirando, sumida en la tristeza, que traspasa el acero de una espada. Qué afligida y qué triste se encontraba, de pie aquella bendita Madre del Hijo único de Dios. Cuánto se dolía y padecía esa piadosa Madre, contemplando las penas de su Hijo. ¿A qué hombre no hace llorar el mirar a la Madre de Cristo en un suplicio tan tremendo? ¿Quién es el que podrá no entristecerse de contemplar tan sólo a esta Madre que sufre con su Hijo? Ella vio a Jesús en los tormentos, sometido al flagelo, por cargar los pecados de su pueblo. Y vio cómo muriendo abandonado, aquél, su dulce Hijo, entregaba su espíritu a los hombres. Madre, fuente de amor, que yo sienta tu dolor, para que llore contigo. Que arda mi corazón en el amor de Cristo, mi Dios, para que pueda agradarle. Madre santa, imprime fuertemente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado. Que yo pueda compartir las penas de tu Hijo, que tanto padeció por mí. Que pueda llorar contigo, condoliéndome de Cristo todo el tiempo de mi vida. Quiero estar a tu lado y asociarme a ti en el llanto, junto a la cruz de tu Hijo. Virgen, la más santa de las vírgenes, no seas dura conmigo: que siempre llore contigo. Que pueda morir con Cristo y participar de su pasión, reviviendo sus dolores. Hiéreme con sus heridas, embriágame con la sangre por él derramada en la cruz. Para que no arda eternamente defiéndeme, Virgen, en el día del Juicio. Jesús, en la hora final, concédeme, por tu madre, la palma de la victoria. Cuando llegue mi muerte, yo te pido, oh Cristo, por tu madre, alcanzar la victoria eterna.
ALELUIA Jn 14, 23
Aleluia. «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará e iremos a él», dice el Señor. Aleluia.
EVANGELIO Lc 6, 43-49
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús decía a sus discípulos: No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca. ¿Por qué ustedes me llaman: “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande. Palabra del Señor.
Comentario: Son muchos los que pueden aparentar diversas clases de grandezas o de honores; sabiduría, capacidad de organización, empatía, afabilidad, etcétera; pero todo eso ante Jesús puede ser solo apariencia, pues lo que determina la cualidad de una persona son sus frutos, es decir, las obras concretas que realiza a favor de los demás.