¿Cuántas enfermedades tan comunes el día de hoy se originan en dolencias del alma? Miedos, angustias, tristezas, inseguridades, resentimientos y dolores que se traducen en migrañas, alergias, fobias, manías, depresiones, stress, y tantas otras. ¿Cuántas heridas llevamos dentro? ¿Qué nos están provocando? ¿Qué quieren decirnos de nosotros mismos y nuestra historia?
Debemos ser capaces de humanizarnos, de mirar hacia dentro y encontrar las pistas que nos puedan conducir hacia la propia sanación. Ayudar a nuestro espíritu a encaminarnos a una cura que proteja nuestro cuerpo. He ahí la propuesta que nos hace Anselm Grün en Transformar las heridas en perlas, donde aborda la devoción hacia los 14 santos sanadores para que, a partir de cada leyenda, seamos capaces de abrir las puertas hacia el encuentro con un Dios misericordioso que nos salva y nos protege.
Los 14 santos sanadores eran muy venerados en la época medieval. La gente recurría a ellos para hacer frente a necesidades cotidianas (enfermedades humanas y animales, trabajos, dolores, muerte, etc.). Les fortalecía la confianza en que Dios podía resolver sus desdichas operando, a través de ellos, como el verdadero médico y sanador. El monje alemán narra sus historias para hacernos redescubrir el simbolismo que hay tras ellas. Y cómo esos símbolos pueden perfectamente aplicarse a los males que nos aquejan hoy.
San Cristóbal, por ejemplo, carga sin saberlo a Cristo en sus hombros. Lo ayuda a atravesar un caudaloso río. Sus fuerzas flaquean, pero sigue adelante. ¿Qué sucede si esas aguas representan nuestros miedos, que nos hacen retroceder o hundirnos en las profundidades de nuestro inconsciente, sin avanzar? Un corazón centrado en Cristo, como el del santo, nos permite atravesar el torrente y plantar nuestros pies en tierra firme. Tenemos también a Santa Margarita, encerrada y enfrentada a la maldad, que la visita en forma de dragón, y ella le hace frente y la controla. ¿Qué nos dice a cada uno hoy, si pensamos en las sombras con las que lidiamos interiormente?
Una cosa es común en todas las leyendas de sanación. Sus protagonistas tienen la templanza y el valor de enfrentar las pruebas porque saben que Dios está a su lado. Aún en los peores momentos, en las torturas y el dolor, el Señor los cuida. De la lectura se desprende esa gran lección: podemos hacer frente al mal que nos acecha y sanar solo si caminamos por la senda de Dios. Al convertirse al cristianismo, los santos debieron hacer frente a un mundo hostil. Y el dolor lo transformaron en oración; el suplicio en entrega. Pese a las heridas, encontraron el descanso y la serenidad en la fe. En cada símbolo de las leyendas de sanación podemos encontrar las llagas que llevamos escondidas en nuestra propia piel. También es posible hallar pistas que nos conduzcan a superar las heridas y transformarlas en una fuente de bendición.
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