Una vez más, la colección Testigos nos invita a conocer la vida de otra persona, esta vez de santa Gema Galgani, una joven mujer italiana del s. XIX, que nació en los tiempos en que Italia era un reino y no una república. Vivió en medio de la escasez y carencia que arrasaba a los pueblos, donde un pequeño grupo de italianos tenían acceso a una vida holgada y llena de beneficios, por conducir el destino de la monarquía, y el resto vivía con lo justo.
Esta obra nos lleva a descubrir cómo una mujer, con una vida llena de carencias, es capaz de alcanzar una simplicidad en la oración y profundizar en los misterios de Dios como si fuera una persona erudita en materia teológica. Santa Gema fue una joven que durante su vida mantuvo una gran cercanía con Jesús y la Virgen María, y de manera especial con su Ángel de la Guarda. Esta forma de vida le valió el privilegio de experimentar dones y gracias sin que se lo propusiera. En este sentido, llama la atención la evolución e importancia que adquieren estos, sobre todo en sus éxtasis, cuando sudaba sangre o experimentaba los estigmas de Jesús. Es interesante saber cómo muchos ateos acudían a ella, por curiosidad, y salían convencidos de sus dones y, en algunas ocasiones, convertidos.
Quizá una de las cosas que más sorprende en la vida de esta santa es que ni las desgracias, las carencias materiales o la pérdida de sus seres queridos, comenzando por su madre, después su hermano, para terminar con la muerte de su padre, le significaron apartarse de Dios. Aquella falta de su familia, sin duda que alteró su vida desde el punto de vista económico y, por cierto, emocional, pero no mermó su fe y amor a Jesús. Pero en todo este itinerario su salud no la acompaña y se sospecha de sus dones místicos. A raíz de esta situación, era objeto de burlas y humillaciones. No obstante, tuvo la respuesta de Dios y con la ayuda del P. Germán de Estanislao recobró su salud física, emocional y espiritual. Pero eso no bastó, ya que tiempo después sus estados depresivos la llevan a experimentar períodos de aridez y desconsuelo espiritual.
La existencia de santa Gema no fue fácil, en una época de mucha carencia, analfabetismo y de enfermedades que asolaban a los pueblos. Esta joven mujer fue testimonio del amor y la misericordia de Dios, pero también signo de contradicción para muchos científicos que no terminaron de entender los fenómenos extraordinarios que experimentaba.
Fredy Peña Tobar, ssp.