Este libro aporta una mirada al sufrimiento que invita al lector a salir de su zona de confort. ¿Qué quiere decirme Dios cuando sufro? ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo conectar con el sufrimiento y, tal vez más importante, con la persona que sufre? Todas y cada una de estas interrogantes son abordadas a lo largo de un texto que conmueve y hace pensar. Y que fundamentalmente llama a mirarnos como cristianos y preguntarnos cómo podemos encontrar a Dios en cada uno y en el otro.
Desde el abismo clamo a ti, Señor indaga en cómo hablarle a los hombres y mujeres de nuestro tiempo acerca de la experiencia del sufrimiento; qué decirles cuando se ha atravesado la oscuridad del dolor; y cómo dirigirnos a los propios sufrientes desde una perspectiva de fe. Sobre todo tomando en cuenta que, como Iglesia, debemos transmitir y hacer sentir la presencia de Dios a quienes hoy lo necesitan: enfermos, sufrientes, niños, mujeres, ancianos y migrantes presentes alrededor del mundo.
A partir de ello, es posible encontrar en estas páginas un profundo llamado a ir al encuentro del otro, del prójimo. A mirarnos como sociedad y, descubrir, dónde están los sufrientes y de qué manera podemos integrarlos, recuperarlos y acompañarlos. Algo que solo se logra a partir de lo que cada uno logra aprender acerca de su propio dolor. Un recorrido complejo y diferente para cada persona, pero que enseña a quien lo quiere oír. A lo largo de las páginas, el sacerdote de los Sagrados Corazones Pedro Pablo Achondo va desarrollando temas como el tiempo y el dolor, el prójimo, la memoria, la escucha, el acompañamiento, la importancia y el sentido, en un camino que conduce al encuentro del Dios que sufre con cada uno de sus hijos, con un sentido final de encuentro y esperanza.
Es claro que no hay una salida fácil frente al dolor, ni un discurso sencillo que pueda aplicarse como un remedio general. Sin embargo, la lectura de este libro motiva a descubrir al hermano que sufre, como el primer y necesario paso que dar para hacer frente al sufrimiento, superando las barreras de una sociedad que, escudada en la máscara del éxito, no les da espacio. Comprender esta ética del sufrimiento que propone el P. Achondo implica situarnos como cristianos frente a una realidad de la que todos somos parte y que todos vamos a experimentar. Gran parte de la lectura se puede resumir en ese mensaje: hacer entender el lector la importancia del encuentro con el otro, compartiendo y acompañando. Es un llamado para el cristiano: una invitación a ser con otro o, dicho en términos del libro estar-ahí, estar-con, acogiendo la cólera, la molestia, el dolor, la pena y la congoja de quien sufre. Tal vez nunca se llegue a entender completamente su dolor y aquella persona tampoco logre comprender el propio, pero si podemos hacerles sentir que estamos con ellos, soportando la pena, viviendo juntos la muerte o la enfermedad.
Ahí hay también una actitud que enseña acerca de la fe, por cuanto el autor explica que la única manera de acercarnos al Dios compasivo que revela Jesús es a través del hermano. Al estar junto a él, y acompañarlo, se revela el Dios que, por amor, se hizo hombre para padecer en la Cruz. Aquél que podemos encontrar en la carne herida, el corazón abandonado y en la vida traspasada de los que sufren. Por eso en este discurso que propone Achondo es fundamental aprender a reconocer al herido, al excluido, para verlo a los ojos de la justicia, la memoria y la misericordia para, de este modo, abrirnos al sufrimiento y ser capaces de escuchar, acompañar, ayudando a todos a experimentar ese amor de Dios que nos ha sido prometido. Y que, en ciertas situaciones de la vida, es tan difícil de sentir y comprender.
Rodrigo Miranda Sánchez
Periodista SAN PABLO Chile