Jerónimo nace en Estridón, de Dalmacia el año 332, en una familia acomodada. De joven viaja a Roma, para su formación académica. Dicen de él: “Nadie lo aventaja en el arte de escribir”.
Estudia griego hasta dominarlo a la perfección. En Constantinopla traduce las obras de Orígenes y de Eusebio de Cesarea. Es ordenado sacerdote en Antioquía (Turquía), donde se retira al desierto de Calcis, y allí vive en austeridad, ayuno, oración y lágrimas. Estudia hebreo con la ayuda de un monje convertido del judaísmo.
Viaja a Roma y el papa san Dámaso lo hace secretario personal y le encarga la traducción de la Biblia al latín (la Vulgata). Él forma los primeros grupos bíblicos.
Fallecido el papa Dámaso, parte para Tierra Santa con algunas damas de sus círculos bíblicos y se establece en Belén, donde funda un monasterio que rige como abad. Lleva a cabo una inmensa y profunda obra de exégesis o interpretación de la Biblia. Es suya la frase: “El desconocimiento de la Biblia es desconocimiento de Dios”. Agotado por el trabajo y la austeridad, pasa al gozo de su Señor en el 420.