En este cuarto y último domingo de noviembre, la comunidad cristiana concluye el año litúrgico con la gran solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Los textos bíblicos y los propios de la celebración eucarística nos ayudarán decididamente a profundizar en el verdadero sentido de esta solemnidad.
En la imposibilidad de presentar reflexiones sobre cada uno de los textos que se leerán, ofrezco algunos particulares sobre el Evangelio que se proclama de Mateo 25, 31-46, invitación a contemplar nuestra historia desde su final, del momento decisivo en que, en la presencia de Cristo ,cada uno se presenta a sí mismo y sus obras son el dictamen último: “Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver” (vv 35-36).
A quienes han actuado en consecuencia con estas actitudes, Jesús los invita a acceder a su presencia y heredar el reino que Él ha prometido: “Vengan, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” (v 34). Es Él quien invita, pues dio ejemplo al hacerse solidario de todos los que experimentan alguna necesidad. Lo que se ha hecho o no a un hermana o hermano de camino se ha hecho o no a Jesús y a Dios nuestro Padre. Toda entrega sacrificada y desinteresada, cada atención y bondad manifestada al pobre y todo servicio de amor solidario es también al Padre de los cielos.
Es significativo que en nuestra Arquidiócesis se tiene presente con gran fervor en este día a la Iglesia perseguida. Rezamos por las hermanas y hermanos que están sufriendo persecución a causa de la fe, como también por quienes han entregado su vida por ella. Ofrecemos un aporte en dinero, recolectado en esta jornada, pudiere este aporte ayudar a aquellas familias que están sufriendo graves persecuciones.
La solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, nos recuerda su propia afirmación delante de Pilato: “Yo soy rey, para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37).
Tengamos presente que Jesús es Rey y -aún mucho más- sin embargo, su realeza humana está encarnada en la sencillez y humildad de su vida. Lo ha demostrado fehacientemente, desde su nacimiento en Belén y hasta la muerte de cruz en el Gólgota. ¡Reinar es servir! ¡Quien reina sirve y quien sirve reina! Estos son algunos de los aspectos que la Iglesia celebra el último domingo del Año Litúrgico.
Este día nos brinda la posibilidad de reflexionar sobre la riqueza de los textos bíblicos mencionados, al mismo tiempo ampliar nuestro conocimiento sobre el verdadero significado de la solemnidad de Cristo, Rey del Universo. Podamos también nosotros, según la gracia del Señor: “recibir el Reino preparado desde la creación del mundo” (v 34).
Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena