Gerardo Chandía, director del Magíster en Salud Infanto Juvenil de la Universidad Católica del Maule.
La gran pregunta que se realizan los padres, madres y cuidadores al momento de que sus hijos e hijas salen de vacaciones, es: ¿y ahora qué hacemos? Una realidad muy preocupante en nuestra sociedad actual, ya que implica la perpetuación de roles de género tradicionales, ya que quienes asumen esas actividades de cuidado en nuestro país son las mujeres, quienes muchas veces deben dejar sus actividades laborales remuneradas para asumir labores de crianza y labores domésticas.
En este contexto, resulta complejo pensar que el mundo laboral dialoga con el mundo de los cuidados, solo si consideramos que los niños/as están casi tres meses de vacaciones y los adultos (que cuentan con un contrato) solo 15 días, ya las cifras no nos cuadran. Por tanto, ahí comienza un gran desafío para el ejercicio de ser padre, madre o cuidador en nuestro país, generándose además una brecha socioeconómica no menor en el plan de acción frente a esto, la mayoría de los talleres de verano implica que los/as cuidadores/as tengan que desembolsar una cifra importante de dinero, lo que para gran parte de nuestra población resulta inalcanzable.
Si además no se cuenta con una red de apoyo que pueda sostener los cuidados, la situación puede resultar una fuente de estrés importante, afectando el bienestar psicológico de los/as cuidadores/as, pero también de los niños y niñas.
Por tanto, debemos seguir avanzando en la generación de políticas públicas que promuevan la posibilidad real de conciliar la vida laboral con la familia. Algunas de ellas se han ido promoviendo como son la Ley de 40 horas, la implementación del Sistema Nacional de Cuidados, la Ley de Teletrabajo, Escuelas de Verano, entre otras, pero es necesario que la temática sea de interés de la sociedad en su conjunto, para volver a criar en comunidad y no de manera individual y competitiva que nos ha impuesto el modelo neoliberal actual que rige nuestro sistema.