La Madre Teresa dio a los olvidados de la tierra, a los desahuciados de la humanidad, lo que nadie estaba dispuesto a darles: el reconociemiento del inalienable valor de su dignidad humana, el derecho de ser mirados y socorridos.
Nunca será suficiente lo que pueda conocerse sobre la vida de esta insigne mujer que dejó una imborrable huella de la vida de la Iglesia y en el mundo, manifestando nuevas dimensiones y alcances de la caridad, del amor a Dios hecho servicio amoroso y gratuito a los más pobres.
Fue no sólo la mano extendida hacia los pobres, sino también su voz, una voz clara y poderosa que debieron escuchar hasta los poderosos de la tierra.