Hay en el padre Beltran, según lo atestiguan estos escritos que presentamos, un gran preocupación por la dimensión experiencial de nuestra fe. En el primer esquema del Domingo de Pentecostés, por ejemplo escribe que «los cristianos no podemos cumplir la misión de Evangelizar si no hemos experimentado el evangelio como buena y gozosa noticia»; y en el domingo de la Ascensión señala que «lo fundamental es una autentica y profunda relación personal con ese Cristo presente en nuestra vida».
Por lo mismo, advierte sobre la insuficiencia de una «pura transferencia de información» o de una pura «confesión de verdades aprendidas». «Si nuestra fe no tiene esa dimensión experencial- escribe- y es soló aceptación y confesión de verdades aprendidas, jamás tendrá nuestra palabra cristiana un fuerza de convicción convincente y contagiosa: jamás podremos ser testigos de Cristo».