Todo conocemos a personas que han llevado una larga vida de entrega al Señor, de celo apostólico y mucha oración y que, sin embargo, arrastran hasta el último de sus días sus defectos humanos. Entonces, ¿cómo es posible que Dios que salva, que libera, que transforma, no los haya cambiado? Ellos no lograron conocer al verdadero Dios, sino que solo una proyección de él. Estas meditaciones ayudan a comprender y a acercarnos al Dios que pide totalidad de amor, desprendimiento, con el prójimo y con nosotros mismos.