Según el autor, deberíamos hacerlo con frecuencia, pues la confesión es el sacramento de la misericordia y de la reconciliación, de la compasión y la ternura, de las lagrimas gozosas del padre que acoge y del hijo que vuelve a casa.
Necesitamos acercarnos a la fuente del amor para que nuestro corazón viva en unidad y en armonía con nuestro Señor Jesucristo. En la medida en que experimentemos el perdón del Padre misericordioso, estaremos en capacidad de perdonar a nuestros hermanos y de vivir en alegría paz y fraternidad.