La celebración dominical, sin la presencia del sacerdote, y por tanto sin la celebración de la eucaristía, lleva a la eucaristía y la prolonga, pues en ella también se produce la presencia de Cristo (Mt 18, 20). La Iglesia ha acogido este tipo de celebración. Nuestro manual ha seguido fielmente la Constitución Conciliar sobre Liturgia, y las sucesivas instrucciones de la autoridad eclesiástica sobre los “misterios litúrgicos que pueden ser desempeñados por los laicos”. Nuestro deseo es que el Domingo sea de veras el día de la Resurrección celebrado con alegría en nuestras asambleas.