Gloria. Secuencia. Credo. Prefacio propio.
Finaliza la semana de oración por la unidad de los cristianos.
La fiesta de Pentecostés cierra el ciclo pascual. En este día, la comunidad de los primeros creyentes, Apóstoles, discípulos, las mujeres que acompañaban a Jesús y, entre ellas, María, la madre del Señor, recibieron al Espíritu Santo. Desde entonces, Dios mismo vino a habitar entre nosotros.
Les dio el poder de perdonar los pecados. Fue comenzar de nuevo, como nuevas criaturas, como recién creados por Dios. Así comenzó la historia con Adán y Eva. Así comenzó nuestra Iglesia: toda pura.
La fuerza del Espíritu no nos convierte automáticamente en santos y perfectos. Continuamos con nuestras debilidades y tentaciones, pero con la posibilidad de perdonar y ser perdonados. Si no ponemos en práctica este don del Espíritu, no somos fieles al Señor.
Esa es la fuerza que hace que la Iglesia, la comunidad de los creyentes, sea siempre joven, dinámica y que supere crisis, escándalos, dificultades y problemas que parecen invencibles. Es así desde hace más de 2000 años. Así será hasta el fin de los tiempos.
Cuando escuchamos la palabra “iglesia”, inmediatamente pensamos en edificios muy lindos, grandes o chicos, a veces, verdaderas joyas arquitectónicas. Todas son un remanso de paz y meditación en el ajetreo de la vida. Todas nos llaman a un mayor contacto con Dios.
Pero no hay en el mundo templo más hermoso que la persona humana, de cualquier raza y condición, porque en cada uno habita el Espíritu Santo. Este es el gran misterio y el gozo de Pentecostés: el envío del Espíritu a las personas, que todas unidas formamos la Iglesia, el pueblo creyente.
En estos tiempos de crisis, de dura lucha para vivir, se busca, a menudo, un momento de paz en las iglesias de material. Y, en cierta medida, se lo encuentra. Pero mucho más profunda es la paz que puede dar el Espíritu que habita en nosotros.
¡Feliz cumpleaños, Iglesia! ¡Feliz cumpleaños, comunidad! Que tengas días serenos, porque el Señor estará contigo hasta el final de los tiempos.
“Como el Padre me envió a mí, Yo los envío a ustedes. Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20, 21-22).
P. Aderico Dolzani, ssp.
Guía: Ninguna fiesta como Pentecostés nos recuerda que “nosotros somos Iglesia”, somos la Iglesia. La liturgia nos ofrece una oportunidad única para revivir nuestra vocación misionera.
Guía: De este relato deducimos que la venida del Espíritu Santo da comienzo a la misión de la Iglesia en el mundo, hasta hacer de él una sola familia.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: “¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
Palabra de Dios.
R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus criaturas! R.
Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.
¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor. R.
Guía: La vida en el Espíritu es la vida en Dios, alejada del pecado y de todo mal deseo; es la que nos lleva a reconocer a Dios como Padre (Abbá) e ir a compartir su gloria.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo, -judíos y griegos, esclavos y hombres libres-, y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Palabra de Dios.
O bien: Rom 8, 8-17
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Romanos.
Hermanos: Los que viven de acuerdo con la carne, no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne, sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará la vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal. Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán. Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y si ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios “Abbá”, es decir: Padre. El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con Él para ser glorificados con Él.
Palabra de Dios.
Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres. Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto. Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas. Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos. Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados. Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.
Aleluya. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Aleluya.
Guía: Jesús promete el Espíritu Santo a quienes lo aman y que el Padre lo va a enviar en su nombre; él nos revelará todas las cosas y nos recordará lo dicho por Jesús.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Palabra del Señor.
O bien: Jn 14, 15-16. 23-26
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes. Quien me ama, será fiel a mi palabra y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. Quien no me ama, no es fiel a mis palabras: La palabra que ustedes oyen no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Palabra del Señor.
Guía: El Espíritu Santo es el que santifica los dones del pan y del vino; al ofrecerlos hoy, pedimos que ese mismo Espíritu reúna a to-dos los pueblos en derredor del único altar.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: En el momento de la comunión hoy suplicamos: Espíritu divino, “borra nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos, y cura nuestras heridas”.
Finalizado el tiempo de Pascua, se apaga el cirio pascual, que es conveniente colocar en un lugar digno del bautisterio, para que en la celebración del bautismo enciendan en su llama los cirios de los bautizados.
Guía: Con Pentecostés comienza el “tiempo de la Iglesia”. Enviada a evangelizar a todo el mundo, el Espíritu de Jesús la guía y acompaña, hasta el fin. La Iglesia somos nosotros. ¡No lo olvidemos!