Nuestra Señora de los Dolores (MO). Blanco.
Prefacio de Santa María Virgen.
Leccionario Santoral: Heb 5, 7-9; Sal 30, 2-6. 15-16. 20; Jn 19, 25-27; (o bien: Lc 2, 33-35).
Semana 24ª durante el año – Semana IV del Salterio.
Reseña
Esta celebración hace memoria de los dolores de la Virgen María: La profecía recibida de Simeón; la persecución de Herodes y la huida a Egipto; el haber perdido a Jesús en el Templo; el encuentro con Jesús, cargando la cruz; la crucifixión y muerte del Señor; al recibir a Jesús bajado de la cruz; la sepultura de Jesús. La congregación de los Siervos de la Virgen, ó Servitas, iniciaron esta devoción mariana a mediados del siglo XIII. Recién en el año 1913 se fijó, en forma definitiva, el 15 de septiembre como fecha fija para su celebración.
LECTURA 1Cor 11, 17-26. 33
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: No puedo felicitarlos por sus reuniones, que en lugar de beneficiarlos, los perjudican. Ante todo, porque he oído decir que cuando celebran sus asambleas, hay divisiones entre ustedes, y en parte lo creo. Sin embargo, es preciso que se formen partidos entre ustedes, para que se pongan de manifiesto los que tienen verdadera virtud. Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa, cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se embriaga. ¿Acaso no tienen sus casas para comer y beber? ¿O tan poco aprecio tienen a la Iglesia de Dios, que quieren hacer pasar vergüenza a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Los voy a alabar? En esto, no puedo alabarlos. Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía». Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva. Así, hermanos, cuando se reúnan para participar de la Cena, espérense unos a otros. Palabra de Dios.
Comentario: Pablo reclama mayor caridad y unidad entre los corintios. Cuando se reunían para la eucaristía, se quedaban luego para cenar juntos, pero no compartían sus comidas, notándose una gran diferencia entre ricos y pobres. Luego de participar de nuestras eucaristías: ¿Somos capaces de compartir?
SALMO Sal 39, 7-10. 17
R. ¡Proclamen la muerte del Señor, hasta que vuelva!
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: «Aquí estoy». R.
«En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón». R.
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, Tú lo sabes, Señor. R.
Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan, y digan siempre los que desean tu victoria: «¡Qué grande es el Señor!». R.
Secuencia (optativa)
Se encontraba la Madre dolorosa junto a la cruz, llorando, en que el Hijo moría, suspendido. Con el alma dolida y suspirando, sumida en la tristeza, que traspasa el acero de una espada. Qué afligida y qué triste se encontraba, de pie aquella bendita Madre del Hijo único de Dios. Cuánto se dolía y padecía esa piadosa Madre, contemplando las penas de su Hijo. ¿A qué hombre no hace llorar el mirar a la Madre de Cristo en un suplicio tan tremendo? ¿Quién es el que podrá no entristecerse de contemplar tan sólo a esta Madre que sufre con su Hijo? Ella vio a Jesús en los tormentos, sometido al flagelo, por cargar los pecados de su pueblo. Y vio cómo muriendo abandonado, aquél, su dulce Hijo, entregaba su espíritu a los hombres. Madre, fuente de amor, que yo sienta tu dolor, para que llore contigo. Que arda mi corazón en el amor de Cristo, mi Dios, para que pueda agradarle. Madre santa, imprime fuertemente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado. Que yo pueda compartir las penas de tu Hijo, que tanto padeció por mí. Que pueda llorar contigo, condoliéndome de Cristo todo el tiempo de mi vida. Quiero estar a tu lado y asociarme a ti en el llanto, junto a la cruz de tu Hijo. Virgen, la más santa de las vírgenes, no seas dura conmigo: que siempre llore contigo. Que pueda morir con Cristo y participar de su pasión, reviviendo sus dolores. Hiéreme con sus heridas, embriágame con la sangre por él derramada en la cruz. Para que no arda eternamente defiéndeme, Virgen, en el día del Juicio. Jesús, en la hora final, concédeme, por tu madre, la palma de la victoria. Cuando llegue mi muerte, yo te pido, oh Cristo, por tu madre, alcanzar la victoria eterna.
ALELUIA Jn 3, 16
Aleluia. Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único; todo el que cree en Él tiene Vida eterna. Aleluia.
EVANGELIO Lc 7, 1-10
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a sanar a su servidor. Cuando estuveron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «Él merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga». Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo ?que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes? cuando digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “¡Tienes que hacer esto!”, él lo hace». Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe». Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano. Palabra del Señor.
Comentario: En el día de los enfermos, Jesús sana al sirviente de un centurión romano. Con todo, más allá de devolverle la salud, el milagro mayor es haber suscitado en él y haberlo ayudado a madurar en su fe. Las situaciones adversas son una posibilidad imperdible para acercarnos a Dios.