Nacimiento de san Juan Bautista (S). Blanco.
Gloria. Credo. Prefacio propio.
El mayor elogio sobre Juan Bautista salió de la boca de su primo Jesús: “Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan Bautista”. Su vida estuvo marcada por grandes milagros, empezando por el primero: su nacimiento de padres estériles. Desde el seno de su madre Isabel reconoció al Salvador en el seno de María, saltando de gozo por la redención recibida. Siguió la curación de la mudez de su padre el día en que Juan nació. Con su predicación suscitó grandes conversiones. Y reconoció a Cristo entre la gente que acudía para ser bautizada; vio descender al Espíritu Santo sobre Jesús y escuchó la voz del Padre: “Este es mi Hijo muy amado: escúchenlo”. Imitó la humildad de las estrellas que desaparecen cuando amanece el sol: su grandeza pretendió ser eclipsada con la cárcel y una muerte ignominiosa: su cabeza rodó al precio de la vileza de un gobernante, de la voluptuosidad de una adúltera y la ligereza de una adolescente. Pero Dios lo exaltó a gozar el premio eterno merecido como “el mayor nacido de mujer”.
Lectura del libro de Jeremías.
La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: «Antes de formarte en el vientre materno, Yo te conocía; antes de que salieras del seno, Yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones». Yo respondí: «¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven». El Señor me dijo: «No digas: “Soy demasiado joven”, porque tú irás adonde Yo te envíe y dirás todo lo que Yo te ordene. No temas delante de ellos, porque Yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–». El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: «Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar».
Palabra de Dios.
R. Desde el vientre materno fuiste mi protector.
Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame. R.
Sé para mí una roca protectora, Tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque Tú eres mi Roca y mi fortaleza. ¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! R.
Porque Tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el vientre materno fuiste mi protector. R.
Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación. Dios mío, Tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas. R.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.
Queridos hermanos: Ustedes aman a Jesucristo sin haberlo visto, y creyendo en Él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación. Esta salvación ha sido el objeto de la búsqueda y la investigación de los profetas que vaticinaron sobre la gracia destinada a ustedes. Ellos trataban de descubrir el tiempo y las circunstancias señaladas por el Espíritu de Cristo, que estaba presente en ellos, y anunciaba anticipadamente los sufrimientos reservados a Cristo y la gloria que les seguiría. A ellos les fue revelado que estaban al servicio de un mensaje destinado no a si mismos, sino a ustedes. Y ahora ustedes han recibido el anuncio de ese mensaje por obra de quienes, bajo la acción del Espíritu Santo enviado desde el cielo, les transmitieron la Buena Noticia que los ángeles ansían contemplar.
Palabra de Dios.
ALELUYA Cfr. Jn 1, 7; Lc 1, 17
Aleluya. Vino para dar testimonio de la luz; para preparar al Señor un Pueblo bien dispuesto. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada. Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor No beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto».
Palabra del Señor.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: En la liturgia de hoy resalta la presencia del precursor del Salvador. Juan es la figura que nos hace preguntarnos permanentemente por nuestra vocación y nuestro sentido de humildad.
Guía: El profeta Isaías reconoce en Dios al Creador que lo llama desde el vientre materno. Por este llamado divino hablará por él y su arma será el mensaje divino.
Lectura del libro de Isaías.
¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el vientre materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. Él me dijo: “tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré”. Pero yo dije: “En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: “Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; Yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”.
Palabra de Dios.
R. Te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable.
Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. R.
Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el vientre de mi madre: te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. ¡Qué maravillosas son tus obras! R.
Tú conocías hasta el fondo de mi alma y nada de mi ser se te ocultaba, cuando yo era formado en lo secreto, cuando era tejido en lo profundo de la tierra. R.
Guía: San Pablo recuerda a los personajes que antecedieron al Salvador. Cada uno de ellos, en plena libertad, responden al llamado. Sin embargo, es Juan al que elige de forma especial como el que prepara el camino de Jesús.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
En la sinagoga de Antioquia de Pisidia, Pablo decía: “Dios suscitó para nuestros padres como rey a David, de quien dio este testimonio: ‘He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón, que cumplirá siempre mi voluntad’. De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús. Como preparación a su venida, Juan Bautista había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel; y al final de su carrera, Juan Bautista decía: ‘Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene Aquél a quien yo no soy digno de desatar las sandalias’, Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios”.
Palabra de Dios.
ALELUYA Cfr. Lc 1, 76
Aleluya. Tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo; irás delante del Señor preparando sus caminos. Aleluya.
Guía: Los caminos de Dios son maravillosos. Donde ya nadie tiene puesta la esperanza, él hace un prodigio. Debemos tener la esperanza de que él siempre cumplirá con su palabra. ¿Somos cristianos de una fe firme? ¿En qué me parezco a Zacarías?
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: “No, debe llamarse Juan”. Ellos le decían: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre”. Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Éste pidió una pizarra y escribió: “Su nombre es Juan”. Todos quedaron admirados, y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.
Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LA OFRENDAS
Guía: Con los dones del pan y del vino, ofrecemos sobre el altar los sufrimientos de la gente, sus angustias, sus aspiraciones de paz y de solidaridad: de un mundo mejor.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: La comunión con el cuerpo de Cristo debe comprometernos a colaborar en el plan de Dios que se revela y realiza en la historia cotidiana del mundo.
DESPEDIDA
Guía: Fortalecidos por la oración, la palabra y la presencia de tantos hermanos, vayamos a anunciar que vale la pena entregar la vida por Cristo.