Poniendo énfasis en la erradicación de los abusos en la Iglesia, monseñor Celestino Aós O.F.M. CAP. celebró la Misa de Inicio de su Administración Apostólica en la Arquidiócesis de Santiago, ante una Catedral Metropolitana repleta. A lo largo de su intervención, pidió a la comunidad que rezaran por él, señalando también que la Iglesia necesita cambios profundos y no maquillajes, además de capacidad de discernir y valentía para llamar a las cosas por su nombre y pedir perdón a quienes han sido dañados.
Su primera homilía comenzó agradeciendo al Santo Padre por haber sido nombrado para un servicio que calificó como de exigencia y de cruz, tarea que, a su modo de ver, deberá afrontar sobre la base de las enseñanzas y orientaciones que el Papa dejó en su visita a nuestro país y en la carta que dirigió al pueblo de Chile, en donde Francisco reafirma la necesidad de impulsar una “transformación eclesial” para construir una Iglesia realmente profética y esperanzadora.
“En horas de turbulencia, desconcierto y turbación, cuando los Apóstoles sienten la ausencia de Jesús, somos llamados a confiar nuestro: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”, y somos llamados a no quedarnos rumiando la desolación, a no caer en la duda, el miedo y desconfianza, somos llamados a pasar de una Iglesia de abatidos, desolados, a una Iglesia servidora de tantos abatidos que conviven a nuestro lado”, manifestó.
Monseñor Aós también señaló que la Iglesia debe preocuparse de los que sufren, por ejemplo, los que están en las cárceles y hospitales, los inmigrantes, las personas cesantes o las que tienen trabajos indignamente remunerados. De un modo especial, indicó que hay que ocuparse de los que sufren el atropello a su dignidad de persona, como resultado de los abusos y delitos cometidos por los clérigos, acciones a las que calificó como injustificables e intolerables.
En ese sentido, dijo que “no bastan retoques de maquillaje, necesitamos reformas y cambios profundos, cambios que parten del corazón de cada uno de nosotros que tiene que buscar la verdad y la justicia para ser cada día más misericordioso. Los cuidados y el respeto que nos damos los unos a otros harán que podamos florecer y dar frutos. El maltrato y el abuso siempre lesionan, disminuyen la vitalidad e impiden que las personas florezcan y den frutos tal como Jesús quiere. Mi Padre recibe gloria cuando ustedes dan fruto abundante, yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”.
En su intervención, monseñor Aós también pidió que Jesús le conceda a la Iglesia chilena el valor y el discernimiento que necesita para seguir adelante. “Para avanzar pedimos a Dios que nos dé la valentía de llamar a las cosas por su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que él nos está diciendo. Que nos conceda la sabiduría para no tomar a los que se nos oponen como enemigos, sino a aceptar con serenidad las críticas y contradicciones”, indicó.
Hacia el final de su homilía, el nuevo administrador apostólico de la arquidiócesis de Santiago recordó que el Señor es misericordioso y compasivo, recalcando que nadie tiene el derecho a juzgar o a creerse superior al resto, por cuanto la Iglesia debe ser capaz de reconocer sus propias heridas con el fin de poder encontrar en esas llagas los signos de la resurrección de Cristo.
Finalizó su homilía con estas palabras: “Al final la pregunta de Jesús es clara: ¿tú me amas? Y es ahora y ya cuando cada uno debemos responder no sólo con nuestras palabras, sino con nuestras obras. No esperemos un mundo ideal, una comunidad ideal, un discípulo ideal, un pastor ideal para vivir o para evangelizar. Jesucristo siempre puede renovar nuestra vida y nuestra comunidad, a él le pedimos que tenga misericordia de nosotros, que ponga a nuestro lado a personas misericordiosas, que haga de nosotros personas misericordiosas que van dando frutos y obras de misericordia, imitando a san Francisco de Asís, repetiremos una y otra vez la oración:
“Oh Señor hazme un instrumento de tu paz
Donde hay odio que lleve yo el amor
Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón
Donde haya discordia, que lleve yo la unión
Donde haya duda, que lleve yo la fe
Donde haya error, que lleve yo la verdad
Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría
Donde haya tinieblas que lleve yo la luz
Oh maestro hacer que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar
Ser comprendido, sino comprender
Ser amado, como amar
Porque es dando que se recibe
Perdonando que se es perdonado
Muriendo que se resucita a la vida eterna”.