Prefacio de Pascua.

Leccionario Santoral: 1Jn 1,5─2, 2; Sal 102, 1-4. 8-9. 13-14. 17-18; Mt 11, 25-30.

LECTURA Hech 8, 1-8

Lectura de los Hechos de los Após­toles.

Después de la muerte de Esteban, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, ex­cepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y lo lloraron con gran pesar. Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel. Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra. Felipe descendió a la ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron sanos. Y fue grande la alegría de aquella ciudad. Palabra de Dios.

Comentario: La predicación de Esteban fue suficiente para que se desatara la per­secución. No obstante, el evangelista Lucas está más preocupado por contar cómo el Espíritu se sirvió de la propia persecución para llevar la Palabra de Dios más allá de las fronteras de Jerusalén. Lo que es escape y dispersión a los ojos humanos, ante los ojos del evangelista es difusión del Evangelio.

SALMO Sal 65, 1-7

R.¡Aclame al Señor toda la tierra!

¡Aclame al Señor toda la tierra! ¡Can­ten la gloria de su Nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa, digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!». R.

Toda la tierra se postra ante ti, y canta en tu honor, en honor de tu Nombre. Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres. R.

Él convirtió el Mar en tierra firme, a pie atravesaron el Río. Por eso, alegrémo­nos en Él, que gobierna eternamente con su fuerza. R.

ALELUIA Jn 6, 40

Aleluia. «El que cree en el Hijo tiene Vida eterna y Yo lo resucitaré en el último día», dice el Señor. Aleluia.

EVANGELIO Jn 6, 35-40

Evangelio de nuestro Señor Jesu-cristo según san Juan.

Jesús dijo a la gente: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí Yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de Aquél que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que Yo no pierda nada de lo que Él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en Él tenga Vida eterna y que Yo lo resucite en el último día. Palabra del Señor.

Comentario: Jesús se declara como el pan bajado del cielo. Creer en esta verdad, a veces, puede resultar difícil. No obstante, el Señor nos pide que tengamos fe y esta no depende exclusivamente de la iniciativa humana ni de sus méritos, porque es un don inmerecido. Tampoco se trata de un deter­minismo sino más bien de la constatación de la iniciativa divina en la propia vida.