Queridos hermanos
Han pasado 110 años desde el día de nuestro nacimiento. Pueden parecer muchos, pero en realidad estamos solo al comienzo de un largo camino que el P. Santiago Alberione, movido por el Espíritu, emprendió con un grupo de jóvenes, mirando con fe hacia el futuro, hacia el “nuevo siglo”.
En 1914, los desafíos y las oportunidades que enfrentaba la Iglesia en su deseo de anunciar a Cristo eran diferentes. Hoy, con el papa Francisco, llevamos en el corazón una humanidad frágil y contradictoria que busca cambiar, a menudo sin una verdadera brújula más que la del mercado y la economía. La comunicación moderna misma se adapta a los intereses de unos pocos, mientras que los algoritmos orientan las decisiones de muchos.
Sin embargo, estos 110 años de historia y apostolado paulino son una herencia que nos hace elevar la mirada y ser partícipes de las vicisitudes de nuestra humanidad. Hoy, como ayer, hace falta valentía para dedicarnos a una misión que en la comunicación identifica el proceso que conduce al cambio, a la “metamorfosis” de la historia, a un pasaje que para san Pablo va del “hombre viejo” al “hombre nuevo”.
Una comunicación entendida no solo como lenguaje, sino sobre todo como encuentro, entre nosotros y con Jesús, Camino, Verdad y Vida. El Centenario del apostolado bíblico, que celebramos precisamente este año, nos permite reavivar el sentido más genuino de nuestra vocación. De hecho, somos “apóstoles” como san Pablo y el beato Alberione y, mientras damos a Jesús, Palabra del Padre, participamos en ese encuentro que transforma y sana las heridas de la humanidad. Por eso, como afirma el Primer Maestro, «es apóstol el que reza, el que habla, el que actúa, el que sufre, el que ama, el que cree y el que espera. Pero es también apóstol, y mucho, quien escribe, imprime y difunde la palabra de Dios» (El apostolado de las ediciones 5). Caminemos con esperanza y alabemos juntos a la Trinidad por el don de la vida paulina.
P Domenico Soliman
Superior general