En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios es el título del mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2020, texto que fue dado a conocer en Roma el pasado 24 de febrero. La frase, tomada de la segunda carta a los Corintios, sirve para sintetizar las cuatro ideas fuerza sobre las que Francisco reflexiona en su texto: el Misterio Pascual, como fundamento de la conversión, la apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos, la urgencia de la conversión, y la riqueza para compartir, no para acumular solo para si mismo.
El Papa comienza recordándonos que la alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús. “Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia”, sostiene.
En ese sentido, invita a los cristianos a vivir con un corazón renovado el gran misterio de la muerte y resurrección de Jesús, al que define como el reflejo de “un amor tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo”. Por esa razón, dice Francisco, “debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y los abrazos, respondiendo de modo libre y generoso”.
La apertura a ese Misterio es lo que permite a los hombres recibir la misericordia de Dios, algo que solo se puede lograr a través del diálogo “de corazón a corazón” con el Señor crucificado y resucitado. “Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene”, afirma.
Cuaresma es, para el Santo Padre, “un tiempo favorable para nuestra conversión” al que “nunca debemos darlo por supuesto”. Por esa razón, Francisco reafirma algo que ya planteó a los jóvenes a través de su Exhortación Apostólica Christus Vivit: “Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. (…) Así podrás renacer, una y otra vez”.
Por otro lado, el Papa plantea que Cuaresma es una oportunidad para sacudirse la modorra y suscitar un sentido de reconocimiento ya que, explica, poner el Misterio Pascual en el centro de la vida implica también sentir compasión por las víctimas y los necesitados. En ese sentido, anima a los cristianos a ser generosos y a no acumular cosas solo para sí mismos. “Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad hace al hombre más humano mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo”, señala.
“Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos el llamado a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del mundo”, finaliza.