Esta mañana se presentó en el Vaticano el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma, el que lleva por título La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8, 19). De acuerdo al cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el contenido del mensaje “invita a celebrar la Pascua como una fiesta de la llamada del hombre a una nueva generación, cuya realización, aunque sea una experiencia proyectada hacia el futuro, también está arraigada en el presente: en la condición humana que es la superposición. Es decir, la superposición de las edades y de los tiempos entre lo que ya ha sido y lo que será, entre Adán y Cristo, la caída y la redención”.
En sus palabras, Francisco comparte un llamado a los cristianos para encarnar de forma más intensa y concreta el misterio Pascual, tanto en su vida personal como familiar y social. “No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos y dirijámonos a la Pascua de Jesús”, escribe el Santo Padre.
El mensaje está estructurado en torno a tres grandes puntos de reflexión: la redención de la Creación, la fuerza destructiva del pecado y la fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón. En cada uno de ellos, el Papa insiste en que el vivir como hijos de Dios beneficia también a la Creación, generando armonía entre el hombre y la naturaleza que habita. “Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre (…) lleva a la explotación de la Creación, de las personas y del medio ambiente, según la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio”, dice.
Sin embargo, es posible volver a encontrar la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la Creación, lo que, en Cuaresma, se puede lograr a través del ayuno, la oración y la limosna. Por ejemplo, debemos asumir el ayuno como una forma de cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas, pasando, en palabras del Papa: “de la tentación de devorarlo todo para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón”. Respecto de la oración, Francisco señala que es una oportunidad para “saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia”. Y en el caso de la limosna, “salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece”. Solo venciendo esas actitudes, manifiesta el Santo Padre, podremos encontrar la verdadera felicidad que se manifiesta en el amor: amor a Dios, a nuestros hermanos y al mundo entero.
De este modo, en la parte final del mensaje, Francisco invita a los cristiano a llevar también la esperanza de Dios a la Creación. “Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación”, concluye.
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