De la feria. Blanco.
Lectura Hech 20, 17-27
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Pablo, desde Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando estos llegaron, Pablo les dijo: «Ya saben cómo me he comportado siempre con ustedes desde el primer día que puse el pie en la provincia de Asia. He servido al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas, en medio de las pruebas a que fui sometido por las insidias de los judíos. Ustedes saben que no he omitido nada que pudiera serles útil; les prediqué y les enseñé tanto en público como en privado, instando a judíos y a paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús. Y ahora, como encadenado por el Espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que me sucederá allí. Solo sé que, de ciudad en ciudad, el Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas cadenas y tribulaciones me esperan. Pero poco me importa la vida, mientras pueda cumplir mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús: la de dar testimonio de la Buena Noticia de la gracia de Dios. Y ahora sé que ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino, no volverán a verme. Por eso hoy declaro delante de todos que no tengo nada que reprocharme respecto de ustedes. Porque no hemos omitido nada para anunciarles plenamente los designios de Dios». Palabra de Dios.
Comentario: “Este ‘testamento’, destinado a todas las iglesias que dejaba tras de sí (v. 25), es el único discurso dirigido a los cristianos que Lucas (el autor del libro de los Hechos) pone en boca de Pablo. Anuncia tanto el fin de su actividad misionera como el inicio de sus procesos y encarcelamientos (vv. 22-24), sirviéndonos así como ‘bisagra’ entre los dos segmentos, la misión y la pasión, con los que la trayectoria de Pablo corre paralela a la del Señor” (R. J. Dillon, Nuevo comentario bíblico San Jerónimo, vol. ii, Nuevo Testamento).
SALMO Sal 67, 10-11. 20-21
R. ¡Pueblos de la tierra, canten al Señor!
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y Tú la reconfortaste; allí se estableció tu familia, y Tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre. R.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación! Él carga con nosotros día tras día; Él es el Dios que nos salva y nos hace escapar de la muerte. R.
ALELUIA Jn 14, 16
Aleluia. Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito, para que esté siempre con ustedes. Aleluia.
EVANGELIO Jn 17, 1-11
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, orando así: Padre, ha llegado la Hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que Él diera Vida eterna a todos los que Tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que Yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que Tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que Yo salí de ti, y han creído que Tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y Yo vuelvo a ti. Palabra del Señor.
Comentario: Antes de su Pasión, Jesús se entrega al Padre. El evangelio nos muestra que Jesús ha cumplido la misión del Padre, ha anunciado el mensaje salvador, y ya está dispuesto a retornar a su origen. Pero no vuelve vacío: ha manifestado la Verdad y muchos la han recibido. No se trata de una “verdad intelectual”, sino de una verdad que abarca la vida entera, que genera unidad y comunión entre el Padre, el Hijo y los que la han recibido.