Leccionario Santoral: 2Cor 4, 1-2. 5-7; Sal 95, 1-3. 7-8. 10; Lc 22, 24-30.
LECTURA 1Tes 5, 1-6. 9-11
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica. Hermanos: En cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar. Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios. Porque Dios no nos destinó para la ira, sino para adquirir la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, a fin de que, velando o durmiendo, vivamos unidos a Él. Anímense, entonces, y estimúlense mutuamente, como ya lo están haciendo. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo continúa hablando del “día del Señor”, pero más que hablar de la “inminencia” de esta venida, hace hincapié en el carácter de “sorpresa” que esta posee. Será algo sin previo aviso y por tanto eso afectará a las personas, según estén preparadas o no. Es decir, ¿cómo los sorprenderá?, ¿estarán en la presencia de Dios o alejados de él?
SALMO Sal 26, 1. 4. 13-14
R. ¡Contemplaré la bondad del Señor!
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.
ALELUIA Lc 7, 16
Aleluia. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluia.
EVANGELIO Lc 4, 31-37
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: «¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!». Y su fama se extendía por todas partes en aquella región. Palabra del Señor.
Comentario: Los demonios constituían en la época de Jesús una especie de “realidad numinosa”, es decir, estos podían ser beneficiosos o maléficos, y se manifestaban en estados o situaciones: la enfermedad, hechos prodigiosos, etcétera. Jesús busca alejar a los malos espíritus con la fuerza del verdadero Dios y no por medio de ritos ocultos o de poderes demoniacos.