En este mes de María, mujer joven y muy presente en el mundo de nuestros días, nos ponemos en camino para conocerla y amarla más y seguir sus pasos e imitarla mejor. Ella es experta en saber hacer bien los caminos. Recorrió muchos en su vida: Nazaret, Ain Karim, Belén, Egipto, Caná, Jerusalén… Conoció la fatiga y el cansancio y las buenas compañías para recibir ánimo y así llegar a las metas. En este mes entramos en su escuela y ella nos va a enseñar a vivir el evangelio en la vida cotidiana y ser fuertes en la fe. Nuestra súplica repetida va a ser “María, haz de mí… un buen samaritano, un buen compañero de los migrantes que han llegado a nuestro país, un entusiasta sembrador de la palabra, un discípulo de Jesús, un hacedor de lo que Él me diga, un gran orante, un servidor alegre de los necesitados, un generoso samaritano y sinodal en todo”. Por eso, es necesario celebrar a María y tener su nombre no solo en nuestros labios, sino también en nuestro corazón. Nombre que nos sabe a fe, a esperanza y amor: “Tu nombre me sabe a calma/Me sabe tu nombre a amor/Tu nombre me sabe a esperanza. / Tu nombre me sabe al tiempo/En que de niño rezaba. /Tu nombre, pasión de mi alma“.
En este mes de María, el mes de la fiesta y la alegría, de la promesa y de la esperanza, queremos multiplicar la reflexión, las alabanzas, la oración y el compromiso para hacer vida el evangelio y de la mano de nuestra madre llevarlo a nuestros labios, nuestro corazón y nuestra mente. Queremos vivir en nuestro país y nuestra iglesia la presencia y la acción maternal de María.
Este mes lleva a la generosidad y solidaridad; lo vivimos bien cantando y ejercitando la lucidez y la audacia. Nos comprometeremos a hacer lo que Jesús nos diga y desde luego a multiplicar las manifestaciones de auténtica devoción a María durante la jornada, de la mañana a la noche. La celebración diaria del mes de María pide abrirnos a las sorpresas que Jesús nos prepara y que muchas veces ni siquiera percibimos: la sonrisa de un amigo, un buen encuentro inesperado, una palabra de perdón, una flor en el camino, la secreta felicidad de una obra hecha con amor, una acción transformadora del aire que se respira en Chile… Para que eso se dé cada día de este mes bendito:
No dudemos que este mes nos va a dejar con la escucha atenta y la mirada puesta en Jesús y en los pobres y necesitados, con pasión y compasión. María va a conseguir que su Hijo sea el centro de nuestra vida. Ella es el mejor camino para lograrlo: Quien busca buen grano/lo encuentra en la espiga/quien quiere oro fino, lo busca en la mina/el que a Jesús quiera que busque a María. En este mes queremos construir una relación cálida y profunda con María y que su canto, el Magníficat, sea nuestro canto, ya que con ella y como ella buscaremos que el Señor derribe a los poderosos de sus tronos y eleve a los humildes. Bien sabemos que, si sembramos a María en nuestro corazón, sembraremos a Jesús en nuestra vida. Ella es la primera página viviente del Nuevo Testamento; el primer Amén pleno. Nuestro espíritu es el espíritu de María. De él nace este doble deseo: Que quien nos mire vea a ella y quien nos oye la escuche a ella.
José María Arnaiz SM