Prefacio de Adviento III o IV.
LECTURA 1Sam 1, 19-20. 24-28
Lectura del primer libro de Samuel.
Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella. Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: «Se lo he pedido al Señor». Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí. Ella dijo: «Perdón, señor mío; ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y Él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a Él: para toda su vida queda cedido al Señor». Después se postraron delante del Señor. Palabra de Dios.
Comentario: Ana, como toda mujer de Israel, cree que la esterilidad es un castigo divino y, por tanto, su único consuelo y esperanza es la oración. Así, las oraciones de Ana son escuchadas y dará a luz un niño, el que será consagrado y presentado a Dios en el Templo.
SALMO [Sal] 1Sam 2, 1. 4-8
R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Mi corazón se regocija en el Señor, tengo la frente erguida gracias a mi Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque tu salvación me ha llenado de alegría. R.
El arco de los valientes se ha quebrado, y los vacilantes se ciñen de vigor; los satisfechos se contratan por un pedazo de pan, y los hambrientos dejan de fatigarse; la mujer estéril da a luz siete veces, y la madre de muchos hijos se marchita. R.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el Abismo y levanta de él. El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece. R.
Él levanta del polvo al desvalido y alza al pobre de la miseria, para hacerlos sentar con los príncipes y darles en herencia un trono de gloria. R.
ALELUIA
Aleluia. Rey de las naciones y piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste del barro. Aleluia.
EVANGELIO Lc 1, 46-55
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
María dijo: Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquéllos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre. Palabra del Señor.
Comentario: Este cántico de María fue uno de los primeros en los inicios de las comunidades cristianas y expresaba el nivel de confianza que los animaba. Así, la comunidad aprendía a orar y a cantar. Además, María se presenta como parte de los “pobres de Dios”, es decir, los que depositan en él su confianza y fidelidad.
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Si aplicamos las palabras de María a cada uno, si reflexionamos en las maravillas que el Señor hace cada día en nosotros, podemos alabar y agradecer, poner toda nuestra confianza en Dios, cantar un canto siempre nuevo. A Ti, Padre, todo honor, toda gloria y todo amor!!