Día internacional de la mujer. Día penitencial/Abstinencia.
Lectura del profeta Oseas.
Así habla el Señor: Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tu falta te ha hecho caer. Preparen lo que van a decir y vuelvan al Señor. Díganle: «Borra todas las faltas, acepta lo que hay de bueno, y te ofreceremos el fruto de nuestros labios. Asiria no nos salvará, ya no montaremos a caballo, ni diremos más “¡Dios nuestro!” a la obra de nuestras manos, porque sólo en ti el huérfano encuentra compasión». Yo los sanaré de su apostasía, los amaré generosamente, porque mi ira se ha apartado de ellos. Seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, hundirá sus raíces como el bosque del Líbano; sus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano. Volverán a sentarse a mi sombra, harán revivir el trigo, florecerán como la viña, y su renombre será como el del vino del Líbano. Efraím, ¿qué tengo aún que ver con los ídolos? Yo le respondo y velo por él. Soy como un ciprés siempre verde, y de mí procede tu fruto. ¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos. Palabra de Dios.
Comentario: El Profeta denuncia dos errores de Judá: la creencia en otras divinidades y la confianza en el poder militar extranjero. De esto modo, el amor del Señor se manifiesta a su Pueblo, pero está condicionado por la conversión de estos. En este sentido, Oseas comprende que Dios está siempre dispuesto a perdonar nuestras idolatrías e infidelidades, pero ese perdón ya no depende de él.
R. ¡Ojalá escuchemos la voz del Señor!
Oigo una voz desconocida que dice: «Yo quité el peso de tus espaldas y tus manos quedaron libres de la carga. Clamaste en la aflicción, y te salvé. R.
Te respondí oculto entre los truenos, aunque me provocaste junto a las aguas de Meribá. Oye, pueblo mío, Yo atestiguo contra ti, ¡ojalá me escucharas, Israel! R.
No tendrás ningún dios extraño, no adorarás a ningún dios extranjero: Yo, el Señor, soy tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto. R.
¡Ojalá mi pueblo me escuchara, e Israel siguiera mis caminos! Yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo y lo saciaría con miel silvestre». R.
Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento más grande que éstos». El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios». Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor.
Comentario: Los escribas y fariseos sabían muy bien cuál era el mandamiento más importante o el primero. Sin embargo, su pregunta no busca un cambio de vida, sino simplemente “contestar la pregunta” y quedar bien. No obstante, quien hace la pregunta no es un ignorante, sino un especialista de las Escrituras y quería agradar a Dios. Pero, aún le falta lo más importante, que ese aprendizaje de la Ley tenga consecuencias concretas en el prójimo.