Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.
Hermanos: En cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente como los dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar. Pero ustedes, herma¬nos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios. Porque Dios no nos destinó para la ira, sino para adquirir la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, a fin de que, velando o durmiendo, vivamos unidos a Él. Anímense, entonces, y estimúlense mutuamente, como ya lo están haciendo. Palabra de Dios.
Comentario: Con imágenes como “el ladrón que llega de noche” o “los dolores de parto repentino”, Jesús insiste en el carácter de “sorpresa” sobre su Segunda Venida. Porque su Venida afectará diversamente a las personas según estén “preparadas o hayan sido fiel al Evangelio”. El Apóstol no pretende vaticinar el destino de los que se salvan y los que no, simplemente, alerta para que permanezcan atentos y vigilantes.
R. ¡Contemplaré la bondad del Señor!
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.
Aleluia. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: «¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!». Y su fama se extendía por todas partes en aquella región. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús se enfrenta con una entidad que lo conoce y sabe quién es, pues el enfrentamiento verbal entre Él y el espíritu inmundo es evidente. Sin embargo, este espíritu que puede verse reflejado en la actitud de cualquier creyente también es capaz de manifestar su fe: “tú eres el enviado, el ungido, el Mesías. Pero sabemos que no basta con “reconocerlo”, pues debe haber un cambio de actitud y de vida.
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Muchas gracias por este aporte que ayuda mucho de manera personal y en las comunidades de iglesia.
Que el Señor les bendiga y les permita seguir evangelizando por este y otros medios digitales.