Lectura del libro del Levítico.
El Señor dijo a Moisés sobre la montaña del Sinaí: Deberás contar siete semanas de años –siete veces siete años– de manera que el período de las siete semanas de años sume un total de cuarenta y nueve años. Entonces harás resonar un fuerte toque de trompeta: el día diez del séptimo mes –el día de la Expiación– ustedes harán sonar la trompeta en todo el país. Así santificarán el quincuagésimo año, y proclamarán una liberación para todos los habitantes del país. Este será para ustedes un jubileo: cada uno recobrará su propiedad y regresará a su familia. Este quincuagésimo año será para ustedes un jubileo: no sembrarán ni segarán lo que vuelva a brotar de la última cosecha, ni vendimiarán la viña que haya quedado sin podar; porque es un jubileo, será sagrado para ustedes. Sólo podrán comer lo que el campo produzca por sí mismo. En este año jubilar cada uno de ustedes regresará a su propiedad. Cuando vendas o compres algo a tu compatriota, no se defrauden unos a otros. Al comprar, tendrás en cuenta el número de años transcurridos desde el jubileo; y al vender, tu compatriota tendrá en cuenta el número de los años productivos: cuanto mayor sea el número de años, mayor será el precio que pagarás; y cuanto menor sea el número de años, menor será ese precio, porque lo que él te vende es un determinado número de cosechas. No se defrauden unos a otros, y teman a su Dios, porque Yo soy el Señor, su Dios. Palabra de Dios.
Comentario: El «año jubilar» se entronizaba con un solemne toque de trompeta. Según la legislación, quedaban en libertad los esclavos israelitas o las propiedades que habían sido enajenadas en los últimos cincuenta años y volvían a sus antiguos dueños. Aquellas disposiciones estaban destinadas para defender los derechos de los pobres y salvaguardar el carácter inalienable de las tierras, pues estas no podían ser vendidas: los israelitas –como servidores del Señor– no podían ser sometidos a esclavitud, porque Dios los había liberado.
R. ¡Que todos los pueblos te den gracias, Señor!
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. R.
Que todos los pueblos te den gracias. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. R.
La tierra ha dado su fruto: el Señor, nuestro Dios, nos bendice. Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. R.
Aleluia. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
La fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: «Éste es Juan Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en Él poderes milagrosos». Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, su hija, también llamada Herodías, bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: «Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y ésta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús. Palabra del Señor.
Comentario: Según la presentación que Jesús había hecho del Bautista, este era un profeta cualificado y precursor del Mesías. Consecuentemente, su vida estaba ligada al rechazo e incomprensión. Por tanto, su decapitación es producto de defender, con intransigencia, los mandamientos de Dios: el adulterio de Herodes va en contra de la voluntad de Dios. Así, la misión de Juan está vinculada con la de Jesús y a su muerte o sepultura, pues ambas son como una prefiguración a la de Jesús.