Leccionario Santoral: Rom 12, 3-13; Sal 88, 2-5. 21-22. 25. 27; Jn 10, 11-16.
LECTURA Rom 14, 7-12
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos. Entonces, ¿con qué derecho juzgas a tu hermano? ¿Por qué lo desprecias? Todos, en efecto, tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios, porque está escrito: “Juro que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a Dios”, dice el Señor. Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir cuenta de sí mismo a Dios. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo quiere dar directrices claras acerca de la buena convivencia, sobre todo entre quienes son los más “fuertes” y “débiles” en la comunidad. El problema es que siempre hay personas que creen tener la razón en todo y no permiten que otros crezcan. La regla de oro para una buena convivencia es que haya una tolerancia y respeto recíproco, pues nadie debe condenar a otro: “Ninguno de nosotros vive para sí, sino para el Señor”.
SALMO Sal 26, 1. 4. 13-14
R. ¡Contemplaré la bondad del Señor!
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.
Contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.
ALELUIA Mt 11, 28
Aleluia. «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré», dice el Señor. Aleluia.
EVANGELIO Lc 15, 1-10
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo, pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse». Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús es criticado por permitir “enseñar” la Palabra de Dios a los recaudadores. Los fariseos no pueden con su legalismo ni entienden la misericordia de Jesús. Las dos parábolas tienen como fin mostrar el gesto de perdón y de amor que Dios ofrece al hombre. Así, la imagen del Padre que acoge al arrepentido y lo ama manifiesta la fuerza de su misericordia y siempre lo espera con los brazos abiertos.