LECTURA Os 2, 16-18. 21-22
Lectura de la profecía de Oseas.
Así habla el Señor: “Yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. Aquel día –oráculo del Señor– tú me llamarás: ‘Mi Esposo’ y ya no me llamarás: ‘Mi Baal’. Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor”. Palabra de Dios.
Comentario: El amor de Oseas puede más, porque a pesar de las infidelidades de su pueblo, lo llevará hasta Dios. En el desierto les hablará al corazón, como el amor del esposo a su mujer, para que las convicciones religiosas de Israel maduren y se afiancen en el vínculo amoroso con Dios.
SALMO Sal 144, 2-9
R. ¡El Señor es bondadoso y compasivo!
Señor, día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable! R.
Cada generación celebra tus acciones y le anuncia a las otras tus portentos: ellas hablan del esplendor de tu gloria, y yo también cantaré tus maravillas. R.
Ellas publican tus tremendos prodigios y narran tus grandes proezas; divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad y cantan alegres por tu victoria. R.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.
ALELUIA Cf. 2Tim 1, 1
Aleluia. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluia.
EVANGELIO Mt 9, 18-26
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Se presentó a Jesús un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”. Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré sana”. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. Y desde ese instante la mujer quedó sana. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: “Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región. Palabra del Señor.
Comentario: Las dos mujeres mencionadas eran personas marginadas y excluidas de la participación en comunidad. En efecto, la mujer, para poder ser readmitida en la participación comunitaria, debía pasar por el rito de la purificación, prescrito por las normas de la ley. Jesús, al curar a una y resucitar a la otra, instaura una forma nueva de sanar. Esta forma nueva ya no depende de los ritos de purificación, controlados por los sacerdotes, sino del poder que tiene el Señor sobre la enfermedad y la muerte, pero también del poder de la fe del funcionario y de la mujer, que interceden ante Jesús.