Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros. En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando la plena realización de nuestra filiación adoptiva: la redención de nuestro cuerpo. Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede esperar lo que se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo manifiesta una esperanza de gloria no solo para Israel sino también para toda la humanidad. Por supuesto que él no habla como ecologista ni como hombre de buena voluntad, ya que su misión y mensaje es más profundo. Él no separa al «Dios creador» del «Dios salvador» y por eso contempla a la humanidad y a la creación en el camino de la salvación, realizada en Cristo, pero aún no concluida, porque «la humanidad entera está gimiendo con dolores de parto» (8, 22).
R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían: «¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!». ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando cuando es¬parce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.
Aleluia. Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo: «¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas». Dijo también: «¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús nos enseña que su Reino es como un grano de mostaza o un poco de levadura y afirma que «algo» tan pequeño puede llegar a tener efectos tan grandes. Así es su Reino. Comienza por algo que a nuestros ojos parece tan minúsculo, pero que posee la fuerza para cambiar el entorno. Muchas veces creemos que son inútiles todos nuestros esfuerzos por extender su Reinado, haciendo el bien e incluso al no ver los frutos, decimos «esto no tiene sentido». No obstante, se nos olvida que, aunque es el hombre quien siembra, es él quien hace crecer y dar frutos.