Lectura del libro de Isaías.
Así habla el Señor: Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que Yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, Yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos. Palabra de Dios.
Comentario: La intervención de Dios ante la infidelidad, caos y obstinación de su pueblo hace más inminente su nueva creación para que nazca la “nueva Jerusalén”. Dios recreará, pero hasta que aquello suceda, el hombre ha de dar los pasos necesarios en su madurez humana y conocimiento de Dios.
R. ¡Te glorifico, Señor, porque me libraste!
Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.
Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo, ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.
Busquen el bien y no el mal, para que tengan vida, y así el Señor estará con ustedes.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús partió hacia Galilea. Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaúm. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a sanar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen». El funcionario le respondió: «Señor, baja antes que mi hijo se muera». «Vuelve a tu casa, tu hijo vive», le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor. «Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre», le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y entonces creyó él y toda su familia. Éste fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea. Palabra del Señor.
Comentario: El funcionario que describe el evangelio creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Es decir, creyó en el poder de Jesús para que sanara a su hijo. La fe es justamente esto, dar el espacio a este amor de Dios o su poder. ¿Cuál poder? Al poder de uno que me ama y que quiere la alegría conmigo. Esto es la fe, es creer: es dar la posibilidad al Señor para que entre en mi vida, corazón y me cambie.