Leccionario Santoral: 1Cor 10, 31—11, 1; Sal 33, 2-11; Lc 14, 25-33.
Lectura del libro de Jeremías.
¡Qué desgracia, madre mía, que me hayas dado a luz, a mí, un hombre discutido y controvertido por todo el país! Yo no di ni recibí nada prestado, pero todos me maldicen. Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos. Yo no me senté a disfrutar en la reunión de los que se divierten; forzado por tu mano, me mantuve apartado, porque Tú me habías llenado de indignación. ¿Por qué es incesante mi dolor, por qué mi llaga es incurable, se resiste a sanar? ¿Serás para mí como un arroyo engañoso, de aguas inconstantes? Por eso, así habla el Señor: «Si tú vuelves, yo te haré volver, tú estarás de pie delante de mí, si separas lo precioso de la escoria, tú serás mi portavoz. Ellos se volverán hacia ti, pero tú no te volverás hacia ellos. Yo te pondré frente a este pueblo como una muralla de bronce inexpugnable. Te combatirán, pero no podrán contra ti, porque Yo estoy contigo para salvarte y librarte –oráculo del Señor–. Yo te libraré de la mano de los malvados y te rescataré del poder de los violentos». Palabra de Dios.
Comentario: Jeremías, fiel a su vocación, se siente un fracasado por ser objeto de contradicción y maldición por parte de sus detractores. Sintió el rechazo de una sociedad que prefirió ser parte de sus caprichos y pecados. No obstante, el Señor, fiel a sus promesas, no lo conminó al abandono, sino que lo protegió.
R. ¡Tú eres mi refugio en el peligro, Señor!
Líbrame de mis enemigos, Dios mío, defiéndeme de los que se levantan contra mí; líbrame de los que hacen el mal y sálvame de los hombres sanguinarios. R.
Mira cómo me están acechando: los poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado de mi parte, Señor. R.
Yo miro hacia ti, fuerza mía, porque Dios es mi baluarte; Él vendrá a mi encuentro con su gracia y me hará ver la derrota de mis enemigos. R.
Yo cantaré tu poder, y celebraré tu amor de madrugada, porque Tú has sido mi fortaleza y mi refugio en el peligro. R.
¡Yo te cantaré, fuerza mía, porque Tú eres mi baluarte, mi refugio en el peligro, Dios de misericordia! R.
Aleluia «Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. Palabra del Señor.
Comentario: ¿Qué hallazgo puede producir inmensa alegría? No cabe la menor duda que lo que encontró, el hombre de la parábola tiene un valor inestimable. Porque el hombre que encontró el tesoro descubrió lo que no buscaba, mientras que el buscador de las perlas encontró lo que nunca imaginó. Por tanto, no entra al Reino de Dios por los propios méritos, ya que es un don que se ofrece como una dádiva y por el cual Dios pide una respuesta.
1 Comment
Gloria a Ti Señor Jesús…