Jornada Nacional por la Paz. Gloria.
LECTURA 1Jn 2, 18-21
Lectura de la primera carta de san Juan.
Hijos míos, ha llegado la última hora. Ustedes oyeron decir que vendría un Anticristo; en realidad, ya han aparecido muchos anticristos, y por eso sabemos que ha llegado la última hora. Ellos salieron de entre nosotros; sin embargo, no eran de los nuestros. Si lo hubieran sido, habrían permanecido con nosotros. Pero debía ponerse de manifiesto que no todos son de los nuestros. Ustedes recibieron la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero conocimiento. Les he escrito, no porque ustedes ignoren la verdad, sino porque la conocen, y porque ninguna mentira procede de la verdad. Palabra de Dios.
Comentario: La Iglesia primitiva, a ejemplo de Jesús, utilizó las categorías judías provenientes de la apocalíptica: la personificación del mal, persecuciones y tribulaciones de los cristianos. En esta hora decisiva se destaca la figura central de Cristo. A él se le opone el “Anticristo”, es decir, aquel que está contra los planes de Dios. Aquel que niega la persona, vida y misión de Jesús. El “Anticristo” no está personificado en “alguien”, sino que es todo rechazo al plan de amor de Dios y la nula creencia en el Mesías, Salvador.
SALMO Sal 95, 1-2. 11-13
R. Alégrese el cielo y exulte la tierra.
Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria. R.
Alégrese el cielo y exulte la tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor, porque Él viene a gobernar la tierra: Él gobernará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad. R.
ALELUIA Jn 1, 14. 12
Aleluia. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. A todos los que la recibieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Aleluia.
EVANGELIO Jn 1, 1-18
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él, al declarar: «Éste es Aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo». De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre. Palabra del Señor.
Comentario: Es sabido que la Palabra supone unos destinatarios a los que va dirigida para ser acogida. En ese sentido, para el hombre es luz y vida, es decir, todo aquello que puede dar plenitud y sentido. Para el evangelista Juan, la Palabra que es Jesús no es una idea ni algo abstracto, sino que es “Alguien”, tan concreto como la palabra encarnada: Jesús, el Hijo de Dios. No obstante, para que la Palabra anide en el corazón del hombre, ha de ser acogida o creída. Es en esa respuesta de fe y de testimonio que se fragua si la revelación de Dios toca el corazón del hombre.
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Bendito seas por siempre señor.