Gloria. Prefacio de los Apóstoles. Comienza la Novena a la Inmaculada Concepción.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: «El que cree en él no quedará confundido». Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: «¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!». Pero no todos aceptan el Evangelio. Así lo dice Isaías: «Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?». La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la palabra de Cristo. Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: «Por toda la tierra se extiende su voz, y sus palabras llegan hasta los confines del mundo». Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo entiende que el rechazo al Evangelio es temporal y pide por su conversión. Por eso reafirma los privilegios otorgados por Dios a Israel y al mismo tiempo insiste en la gratuidad de la elección divina y propone un camino más simple “si confiesas con tus labios…”, es decir, todos están llamados mientras amen a Dios en el prójimo y no solo en el culto: “Este pueblo se acerca a mí con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Is 21, 13).
R. Resuena su eco por toda la tierra.
El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos: un día transmite al otro este mensaje y las noches se van dando la noticia. R.
Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra, y su lenguaje, hasta los confines del mundo. R.
Aleluia. Dice el Señor: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús se diferencia de los maestros de su época, ya que eran elegidos por sus discípulos, en cambio él elige a los suyos. Así se inaugura un nuevo tipo de llamado: el cristiano es una vocación vinculante y comparte la vida con el Maestro. Por eso, ser enviado implica seguir a Cristo y no lanzarnos por delante con nuestras propias fuerzas. Por eso invita a algunos como sacerdotes, a otros los llama a la vida religiosa o la vida matrimonial para ser padres y madres amorosos.